Resistiendo al Enemigo A Través de la Oración
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39).
Pablo acababa de hacer la pregunta: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” (8:35).
Claramente, Pablo reconoció la misión de Satanás en estos últimos días: impedir que el pueblo de Dios camine en su gran amor. Muy a menudo, multitudes en la iglesia de hoy están ciegas a esta obra engañosa del enemigo y viven completamente inconscientes de que él les ha impedido con éxito conocer y disfrutar del amor de Dios por ellos.
Nunca debemos temer a nuestro adversario, por supuesto. Pero si no estamos alertas a los sutiles ataques de Satanás a nuestra fe, continuaremos viviendo vidas derrotadas. Pablo sabía lo importante que es exponer las artimañas del diablo y sólo cuando identificamos estos ataques a nuestra fe, es que podemos decir con Pablo: “Nada me puede separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús”.
En todas las épocas, Dios ha colocado intercesores en las mismas líneas del frente para luchar contra los principados y poderes de Satanás. Hoy en día, estos soldados espirituales, “guerreros de oración”, se pueden encontrar en todas las naciones. Judas exhortó: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios” (Judas 20-21). El mensaje para los que están en batalla espiritual es claro: “Edifíquense en la fe. Consérvense en el amor de Dios”.
Es imposible fortalecer nuestra fe mediante la fuerza o la capacidad humana. Sin el Espíritu Santo, simplemente no podemos mantenernos en el conocimiento y la seguridad del amor de Dios por nosotros. Necesitamos el Espíritu de Dios para darnos poder en todas las cosas.
Cuando todo parece conspirar contra el cumplimiento de las promesas de Dios, el Espíritu Santo se levanta en nosotros con verdaderas palabras de consuelo: “¡Espera! ¡Confía en él! Dios está obrando en cada hora de tu situación, así que no vaciles. En lugar de ello, levántate y pelea la buena batalla de la fe”.