Sanidad de las Mentes Atribuladas
Una mente atribulada es la que padece de un continuo descontento. Está presionada, perturbada, inquieta, sin calma ni descanso. Se preocupa por el futuro y el pasado así como por las circunstancias presentes. ¡Y estoy convencido que hay más mentes atribuladas hoy que en cualquier generación pasada!
Nosotros que vivimos en la ciudad de Nueva York vemos evidencia de esto a diario. Si usted se para fuera de los teatros en Broadway y mira a las personas que salen de los espectáculos, raramente ve una sonrisa en la cara de cualquiera. ¡Estas personas pagaron ochenta dólares para encontrar un alivio temporal de sus cargas - pero salen con una carga más pesada que cuando entraron!
Aparentemente muchos amadores de Jesús están tan atribulados como las masas de incrédulos. Veo evidencia de esto en algunas de las cartas que recibe nuestro ministerio. Un sin número de creyentes permanecen despiertos por la noche, atribulados y afligidos. Van a la iglesia esperando experimentar algún tipo de alivio de sus cargas. Pero una vez salen del servicio, sus problemas regresan.
¿Por qué tantas personas hoy tienen sus mentes atribuladas? Permítame compartir con usted algunas de las razones que el Espíritu Santo me ha mostrado:
Por décadas los expertos seculares nos han dicho que la prosperidad es la respuesta a los problemas de la humanidad. Una buena educación, un trabajo decente, una casa bonita, dinero en el banco - todas estas cosas están supuestas a proporcionarle dignidad y paz mental a las personas. Si todos pudiéramos tener simplemente un pedazo del sueño americano, dicen los expertos, se resolverían nuestros problemas de crimen y de drogas.
Esta teoría declara que las personas terminan como alcohólicos y adictos porque nunca tuvieron algo de auto-valoración. Su pobreza los privó de oportunidades que les habrían proporcionado un sentido de dignidad. Ahora, si les proporcionamos un trabajo decente, bien remunerado, un buen lugar donde vivir y un ingreso regular, sus vidas estarían bien.
Permítame responder a esta teoría con una historia personal. Hace años, Nicky Cruz, un vicioso líder de la pandilla "Mau Mau", fue llevado al campo por un día para ser analizado por un psiquiatra. Nicky era un luchador que vivió como el diablo. Todos los que le conocían pensaban que él era completamente incorregible, sin esperanza de cambiar.
Después de pasar horas con Nicky, el psiquiatra confirmó la evaluación de todos. Él le dijo a Nicky que estaba absolutamente loco, sin esperanza de rehabilitación. ¿La razón? La pobreza en la cual Nicky fue criado en Puerto Rico le había privado de las oportunidades que otros disfrutaban. Era por culpa de la sociedad que él era un monstruo.
Nicky miró al psiquiatra y dijo, "Hombre, usted es el loco. A mí sólo me gusta la pelea. Dime – “¿Cómo te trató tu madre?" ¡Él terminó psicoanalizando al psiquiatra!
Nicky tenía razón - la pobreza no es la raíz que causa el pecado. Por otra parte, ¿por qué más y más adolescentes acomodados se envician en las drogas más fuertes? Estos jóvenes atribulados tienen todo lo que podrían querer a de su alcance. ¿Por qué se vuelven a las drogas si ya tienen la paz mental que las cosas materiales supuestamente proporcionan?
¿Por qué un creciente número de doctores, abogados y líderes comerciales se convierten en alcohólicos? Ellos tienen trabajos satisfactorios, ingresos de seis cifras, varios automóviles, vacaciones frecuentes. Sin embargo, ellos recurren cada vez más al alcohol para calmar sus mentes atribuladas.
Yo he estado en Wall Street al final de un día de trabajo, cuando la bolsa de valores cierra. Mientras las puertas de las casas comerciales giran abiertas, los corredores se apresuran a salir huyendo como una estampida de toros, dirigiéndose hacia el bar más cercano. Ellos se condensan por docenas en los agujeros diminutos de Wall Street, tratando de ahogar sus emociones en el alcohol.
¿Por qué no están contentos? ¿Por qué tienen sus mentes tan atribuladas? Tienen todo lo que les han dicho que necesitan para estar satisfechos. Hacen cómodos ingresos, tienen casas vacacionales propias, fuman cigarros de 50 dólares, beben botellas de vino de 300 dólares, conducen automóviles caros. Aún así, se endrogan sólo para pasar el día. ¿Por qué estas personas no disfrutan de un estado de mente calmada y satisfecha?
¡Es porque temen perderlo todo! Tienen miedo que la economía caiga, y repentinamente todo lo que han trabajado para acumular desaparezca como un vapor.
"Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas" (Lucas 21:25-26).
Jesús dijo que los eventos que vienen sobre el mundo asustarían tanto que las personas caerían muertas literalmente de deficiencia cardiaca. Ahora mismo, somos testigos de las cosas que él predijo: caos mundial, desconcierto, confusión. Sólo las noticias del mes pasado- Diciembre de 1998 - son suficientes para apenar y dejar perplejo aún a las mentes más fuertes:
- Japón, la segunda economía más grande del mundo, cayó aún más profundo en la depresión. Su segundo banco más grande fue a la bancarrota, con 20 mil millones de dólares en deudas. Ahora el gobierno federal se ha instalado para tomar el banco - pero otros bancos japoneses están a punto de derrumbarse también.
- Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal americana, dijo que la bolsa de valores americana está comportándose como lo hizo antes de la caída de 1929. Según Greenspan, toda la especulación salvaje que estamos viendo es del mismo tipo que trajo la Gran Depresión.
- Cinco gerentes de industrias norteamericanas anunciaron 50,000 cortes de trabajo en tan sólo dos semanas.
- El Presidente de los Estados Unidos fue acusado por el Congreso. Todavía la actitud de la mayoría de los americanos fue, "¿A quién le importa?"
- Un Diputado Republicano dijo, en muchas palabras, "Olvídense de la acusación, olvídense de los asuntos morales. Si sacamos al Presidente, perderemos nuestra prosperidad y terminaremos en una depresión." Sus palabras reflejaron la actitud de la mayoría de los americanos. La moral ya no cuenta, porque la única cosa que importa es el dinero. El lema que llevó a nuestro Presidente actual a la oficina fue, "¡Es la economía, estúpido!"
- Un respetado maestro de escuela de la ciudad de Nueva York fue despedido por poner una Biblia en su escritorio y hacerla disponible a sus estudiantes. Este hombre era uno de los mejores maestros de la ciudad; su clase estaba por encima de las otras. Si él hubiese puesto una caja de condones en su escritorio, nada le habría pasado. ¡Pero fue despedido por traer una Biblia a la escuela!
Todas estas cosas apenan y dejan perplejos a cualquier amante de Jesús. De hecho, nuestro ministerio recibe cientos de cartas de creyentes de todo el país que ven el derrumbamiento moral de nuestra nación.
Una carta llegó de un predicador que estaba por los noventa años. Él recuerda la inmoralidad de los años veinte que trajo el juicio sobre América a través de la Gran Depresión. Ha sido testigo de dos Guerras Mundiales. Él ha visto el cambio de transporte de carruajes tirados por caballos a transbordadores espaciales. Él ha visto el cambio de las comunicaciones de radios crujientes al Internet. Para abreviar, lo ha visto todo.
Ahora él escribe que la maldad que tiene lugar en nuestra nación hoy lo aflige más que cualquier cosa de lo que ha sido testigo en la vida. Difícilmente puede asimilarlo todo, dice, porque está pasando tan rápido, y las profundidades de depravación están más allá de la comprensión.
Aún Jesús nos da una palabra de seguridad a pesar de todo lo que vemos que está tomando lugar. Él ordena, "…mirad que no os turbéis: porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin" (Mateo 24:6). Él nos dice "No permita que ningunas de estas cosas malas que estoy advirtiéndoles atribule su mente!"
Hay muchas voces en el mundo actual analizando por qué las personas están tan perplejas y atribuladas. Pero éstos cuentan no más que un Babel de razones confusas. El hecho es que, ningún verdadero amante de Jesucristo va a estar atribulado por la posible pérdida de cosas materiales. ¡Más bien, él va a estar plagado por problemas en el reino espiritual!
Pablo sabía la verdadera causa de nuestras perplejidades y dolores. Él se refiere al asunto en Romanos 7: "Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago,... Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Romanos 7:15, 19).
El apóstol está diciendo, "La misma cosa que no quiero hacer, termino haciendo. ¡Pero lo único que me gustaría hacer, en obediencia a Dios, no puedo encontrar en mí mismo lograrlo!"
Pablo está hablando aquí por miles de creyentes sinceros. Están atribulados porque simplemente no pueden encontrar la victoria sobre el pecado. Quieren hacer lo correcto - vivir santos y puros ante el Señor. Odian el pecado que tan fácilmente los tienta y rompe su comunión con Cristo. ¡Sin embargo, siguen retrocediendo a él!
¡Terminan apenados, atribulados y cansados, llorando, "¡Oh, qué infeliz soy! No quiero hacer esto más. ¡Pero no tengo fuerzas para resistirlo! ¿Por qué soy tan débil? ¿Y cuánto tiempo tengo que soportar esta lucha? ¿Pasaré mi vida entera llorando un río de lágrimas, confesando y arrepintiéndome y regresando luego a mi pecado?"
Tales amantes de Jesús no están angustiados por una caída económica o la crisis mundial tanto como por sus fracasos de la semana pasada. Pensaron que habían conquistado su pecado asediante, pero de repente regresó a ellos con poder renovado. Ahora se afligen por haber herido de nuevo a su Señor. Y se preocupan, "¿Por qué fallo tan a menudo, cuando todo lo que quiero hacer es agradar a Jesús?"
Creo que podemos conocer nuestro verdadero estado espiritual por cuán atribulados nos volvemos por nuestros pecados más ligeros contra nuestro Señor.
Algunos cristianos se afligen sólo por lo que ellos consideran los "grandes pecados" - adulterio, el abuso de las drogas, la bebida, maldiciones. Pero la persona verdaderamente espiritual sabe que ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. Y él se aflige cada vez que chismosea, dice un chiste sucio o tiene un prolongado pensamiento malo. ¡Él sabe que estas cosas salen de su corazón, el centro mismo de su ser!
Usted puede desobedecer a Dios en las tales "pequeñas cosas", excusándose y olvidándose de ellas. Pero si usted lo hace, nunca madurará en Cristo. ¡Su rectitud es medida por su renuencia a aceptar algo que aflige a su bendito Salvador!
No hace mucho tiempo, dije algo no muy cristiano a mi esposa. Mis palabras a ella fueron totalmente innecesarias, y caí inmediatamente bajo convicción. Supe que le había hecho mal, así que por supuesto le pedí perdón. Entonces la abrazé y le dije que la amaba.
Pero mi mente todavía estaba atribulada. Pensé, "¿Cómo pude ser capaz de algo tan poco como Jesús? Después de todo, nunca he estado tan cerca del Señor. Nunca he orado tanto como lo he hecho en el último año. Debo ser absolutamente malo para tener cosas tan crudas salir de mi corazón."
La misma cosa que odiaba, la había hecho. Y solamente no me defraudé conmigo mismo - estaba perturbado, perplejo, atribulado de espíritu. Fui a mi estudio y caí ante el Señor, clamando por la sangre de Cristo que me limpiara.
En ese momento, el enemigo me susurró, "Ese pequeño resbalón no fue gran cosa. Era una cosa tan pequeña." Pero el Espíritu Santo vino inmediatamente a mi corazón para refutar la voz del diablo. Él me tranquilizó, "David, el mismo hecho de que estás afligido por este pecado es una prueba de que estoy trabajando en ti. ¡Mientras más te aflijas incluso por la trasgresión más pequeña contra mi amor, estás más cerca de conseguir la victoria!"
Porque continuamos luchando contra el pecado, sin embargo, las palabras de Pablo en Romanos pueden parecer no tener ningún sentido. Él escribe:
"…que aunque fuisteis siervos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual sois entregados; Y libertados del pecado, sois hechos siervos de la justicia. Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos a Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y por fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte...” (Romanos 6:17-18, 22-23).
¿Libres del pecado? ¿Siervos de justicia o rectitud, produciendo el fruto santo? ¡Tiene que estar bromeando! Cuando leemos esto, tenemos que admitir honestamente, "No estoy muerto al pecado. No he sido verdaderamente libertado. Todavía estoy bajo el poder engañoso de un pecado oculto - y eso me atribula. Si la paga del pecado es la muerte, entonces ¿qué esperanza hay para mí?"
Aquí están dos cartas compendiadas de cristianos sinceros que han luchado terriblemente con grandes esclavitudes. La primera viene de un joven:
"Constantemente soy tentado por el pecado sexual, y siempre cedo. Amo a Jesús con todo mi corazón, pero siento que la presencia de Dios se desliza fuera de mi vida. Aunque le amo, regreso a mi lujuria. Aunque odio hacerlo. Lloro como un bebé mientras estoy participando en él, pidiéndole a Dios que me ayude a no hacerlo. Pero continúo haciéndolo.
"Confío en Dios para liberarme, como Pablo dice en Romanos 7. Amo a Dios con todo mi corazón. Sin embargo sé que estoy equivocado, y me siento desvalido para cambiar. A veces me siento bien, pero en otros momentos me siento como que están cerniéndome como el trigo. Me siento como un Judas que ha traicionado a mi Señor. A veces pienso que el suicidio es la única salida.
La segunda carta viene de una mujer casada involucrada en adulterio con un hombre casado:
"Oro por liberación, arrepentimiento, y fuerzas. Prometo ser fuerte contra la tentación la próxima vez que venga. Pero cuando lo veo [a mi amante], caigo de nuevo en lo mismo. Viví una vida moralmente limpia durante años; nunca pensé que sería capaz de algo así. Pero ahora he entrado en el infierno, y no sé cómo detenerlo.
"Cuando leo sus boletines, caigo bajo convicción. He orado y he intentado expulsar cualquier demonio que pudo haber entrado debido a mi pecado. Pero me siento tan condenada. Mi mente corre por todas las Escrituras que hablan contra lo que estoy haciendo. Me siento como reprobada. Estoy llena de culpa, miedo, pánico, aversión. Me siento tan sola, aislada y separada de Dios."
Recibimos muchas cartas como éstas - los lamentos por ayuda de mentes atribuladas por un pecado asediante. Aún debo decir a todos los que aman a Jesús quienes sufren tal tumulto: ¡Esa preocupación, ese lamento interno - esa batalla en tu mente - es la obra del Espíritu Santo!
Dios nos envió su Espíritu para emprender la guerra contra nuestra carne y sus deseos y lujurias. Así que, si usted no está atribulado cuando falla - si puede continuar con su pecado sin sentido de culpa, dolor o pesar - entonces el Espíritu Santo no está en usted haciendo la guerra.
Sin embargo, si usted está bajo convicción aún por la trasgresión más ligera, está cerca de la verdadera victoria. ¡Él está ganando la batalla en su corazón al producir un dolor piadoso que lo lleva al verdadero arrepentimiento!
Hay victoria disponible para nosotros, sobre todas estas cosas que atribulan nuestras mentes. Está envuelto en un pacto que Dios hizo hace años con Abrahán y sus descendientes:
"Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; Del juramento que hizo a Abrahán nuestro padre, Que nos había de conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días" (Lucas 1:71-75).
El juramento de Dios a Abrahán y a sus hijos es claro como el cristal: ¡Él nos librará de todos nuestros enemigos, para que podamos vivir sin miedo - tranquilos y en reposo - todos los días de nuestras vidas!
Amados, este pacto se aplica a cada uno de nosotros que vivimos hoy. Según Pablo, todos los que han recibido a Cristo como Señor por la fe son la “simiente de Abrahán." “…Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes" (Romanos 9:8). "Sabed, por tanto, que los que son de fe son hijos de Abrahán" (Gálatas 3:7).
¿Cómo podemos reclamar la promesa de este pacto? Abrahán hizo una pregunta similar al Señor, cuando él no vio ningún alivio para su dilema. Él preguntó: "¿Qué me darás, Señor, ya que yo no tengo ningún hijo?" Esta fue la respuesta de Dios: "… Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande" (Génesis 15:1).
El Señor le dijo, "Abrahán, yo voy a darte a mí mismo - y eso es todo. Yo seré tu defensor y tu gran premio - porque Yo soy el que soy. ¡Nunca necesitarás temer a otro enemigo mientras vivas, porque yo seré tu Dios!"
El Señor nos da una promesa gloriosa como esta, en su nuevo pacto. Él dice: "… seré a ellos Dios, y ellos serán mi pueblo" (Hebreos 8:10). De hecho, desde el mismo principio de la creación, a través de toda la Escritura, oímos a Dios haciendo esta súplica a la humanidad: "¡Yo quiero ser tu Dios!"
El plan del Señor para nosotros siempre ha sido simple. Él ha dicho: "No tienes que temer ningún poder que venga contra ti. Actuaré en todo momento como tu defensor. Si confiaras en mis promesas solamente, lanzándote bajo mi cuidado por fe, seré tu omnipotente Dios. Conquistaré a todos tus enemigos y los derribaré delante de ti. ¡Serás victorioso, más que vencedor - viviendo todos tus días en paz, sin temor!"
Yo le pregunto: ¿Usted está viviendo sus días sin temor - con un espíritu tranquilo y paz mental? La mayoría de nosotros no vivimos ni una fracción de nuestro tiempo así. Entramos y salimos de nuestros momentos de paz, pero no entramos completamente en el descanso de Dios.
Si usted está atribulado, perplejo, apenado con un pecado asediante, tiene que entender: ¡Dios no está enojado con usted! Él no está queriendo disciplinarlo o juzgarlo. ¡Al contrario - él anhela infundirlo con su poder omnipotente!
Dios dice esencialmente la misma cosa en todos sus pactos: "¡Estoy buscando un pueblo que crea que yo los libraré de todos sus enemigos!" "No olvidaréis el pacto que hice con vosotros, ni temeréis a dioses ajenos; mas temed a Jehová vuestro Dios, y él os librará de mano de todos vuestros enemigos" (2 Reyes 17:38-39).
En el Antiguo Testamento, esos enemigos eran las naciones paganas - los filisteos, moabitas, hititas, jebuseos, cananitas. Todos estos poderes del mal buscaron destruir al pueblo de Dios y ponerlos en esclavitud.
Hoy nuestros enemigos existen en el reino espiritual - los poderes demoníacos, las lujurias de la carne, los malos deseos. Y en el Nuevo Testamento, Dios repite su promesa a su pueblo:
"Yo seré tu Dios - y tu serás mi hijo, mi hija. De hecho, serás mi hijo desde ahora hasta la eternidad. Por lo tanto, recuerda el pacto que he hecho contigo. No temerás a ningún hombre o poder, sino sólo a mí. Te libraré de las manos de todos sus enemigos - ¡incluyendo el acoso demoníaco, lujurias adherentes, hábitos dominantes, todos los pecados que te asedian!"
Si usted se pregunta por qué sigue cayendo --por qué continúa sintiéndose débil e impotente, haciendo lo que odia - probablemente es porque usted no ha confiado totalmente en las gloriosas promesas de Dios.
Dios hizo todas estas promesas a Abrahán - promete ser su escudo, ser su recompensa, derrotar a todos sus enemigos, incluso realizar milagros para él, como darle un niño en su vejez. Abrahán creyó estas promesas - y Dios dijo su fe fue contada por justicia.
Igualmente, al momento que dejamos de luchar con nuestros enemigos espirituales, en nuestra propia fuerza - estableciendo en nuestros corazones que lo que Dios promete, él puede hacer, y confiar todo en sus manos - ése es el principio de nuestra justicia.
Dios nos ayuda en esto enviando su propio Espíritu a morar en nuestros corazones. El Espíritu Santo es el poder de Dios, y ese poder declara la guerra a todos los poderes demoníacos: "… el Espíritu (codicia, o “peleas”) contra la carne…" (Gálatas 5:17).
El Espíritu declara, "Éste es ahora el lugar de mi morada, diablo. He preparado mi cuartel general aquí, y estoy levantando el estandarte del Dios omnipotente. Tu ya no gobiernas más aquí. Y tu batalla ya no es contra mi hijo. Estás ahora contra mí. Voy a cazarte, y a dañar tus planes y luchare contra ti en todo frente. ¡Este hijo es ahora templo del Espíritu Santo!"
Caminar en el Espíritu no es complicado. Simplemente es creer lo que Dios ha dicho: "¡… Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne" (v.16). Simplemente, es decir, "¡Confíe en el Espíritu Santo! Crea en su promesa para llevar su causa. ¡Camine en el poder de su promesa para luchar por usted!"
La palabra de Dios nos da una promesa que es como un ancla que es una cura segura para toda angustia mental:
"Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra." (Ezequiel 36:25-27).
¿Ve lo que Dios está diciendo? ¡Su Espíritu hace toda la obra en usted! Él lo limpiará y le dará un corazón nuevo. Él lo llevará a la obediencia y lo guiará a hacer lo correcto. ¡Su parte es creer que él mantendrá su palabra, con fe firme!
¿Así que, confiará sus problemas, su futuro, su vida - y sus pecados - en las manos del Dios omnipotente?