SEÑOR, ¿POR QUÉ?
No es pecado que un creyente pregunte por qué; incluso nuestro Señor hizo esta pregunta mientras colgaba de la cruz, adolorido (ver Mateo 27:46). A veces podemos clamar: “Señor, ¿por qué me hacer pasar por esto? Yo sé que no viene de tu mano, pero, aun así, tú estás permitiendo que el diablo me acose. ¿Cuándo va a terminar esto?”
El hombre secular exige una explicación para todo el dolor y sufrimiento en la vida. Dice: “Simplemente no puedo creer en tu Dios; yo debo tener más amor que él, porque si tuviera el poder, yo detendría todo este sufrimiento” No voy a intentar responder porqué hay hambre, inundaciones, enfermedades y destrucción, pero sí sé que mientras el mundo cuestiona, yo puedo responder: “Él está llorando por lo que la humanidad ha hecho”.
En mi opinión, nadie más que Jesús ha sufrido tanto como Pablo, de tantas maneras, a manos de tanta gente. En el mismo instante de su conversión, Pablo fue advertido de los sufrimientos que enfrentaría: “El Señor le dijo ... yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hechos 9:15-16). Jesús mismo estaba declarando aquí: “Voy a mostrarle a Pablo cuánto sufrirá por causa de mi nombre”. Del mismo modo, si tú has puesto tu corazón completamente en Cristo, has decidido conocerlo íntimamente, experimentarás tiempos difíciles y aflicciones de las que los cristianos fríos y carnales no saben nada.
David escribe: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19).
Aunque Dios no se molestó en explicarle nada a Pablo ni en poner fin a sus sufrimientos, él le reveló cómo superaría cada prueba con victoria: “Y me ha dicho [Jesús]: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). No necesitas comprenderlo todo: La gracia de Dios es todo lo que necesitarás.