Siempre hay Esperanza
Algunas cosas en la vida están completamente fuera de nuestro control. Por ejemplo, no puedes traer de vuelta a un hijo pródigo y obligarlo a volver a su relación con Cristo. No importa cuánto ayunes y clames por él a Dios, la decisión es suya. Muchas otras cosas en la vida presentan desafíos similares, pero si conoces a Aquel que puede mover montañas, siempre hay esperanza.
Lo maravilloso de la vida en Cristo es que podemos involucrarnos en cosas increíbles que no podríamos hacer por nuestra cuenta. De hecho, Jesús nos llama a participar con él para lograr lo que no podemos hacer por nosotros mismos: Ver a los seres queridos perdidos venir a la fe; ver matrimonios rotos, restaurados y sanados; ver a personas no inconversas en nuestra comunidad rescatadas de una eternidad sin esperanza. A través de nuestra fe en Jesús, podemos ver, e incluso participar, de cosas logradas por su poder, majestad y autoridad.
En Hebreos 11, hay una lista de personajes bíblicas que agradaron a Dios: Abraham y Sara, Isaac, David, Samuel y muchos otros. Se les elogia no por sus talentos o logros, sino por confiar en que Dios haría lo que estaba más allá de sus capacidades. Juntos, ellos forman parte de la “grande nube de testigos de la vida de fe” (ver Hebreos 12:1).
Para alcanzar esa vida de fe, se nos insta a despojarnos de todo peso que nos impida confiar (12:1). Muchos cristianos son aplsatados por la incredulidad porque miran más sus circunstancias que al Dios que controla todas las circunstancias. Ten la seguridad de que lo que Dios ha prometido nunca podrá ser frustrado.
Cuando Dios le prometió a Abraham que sería padre de todas las naciones, Abraham sabía que él y su esposa Sara eran demasiado viejos para tener hijos. Sin embargo, “tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios” (Romanos 4:20). De hecho, según la Palabra de Dios, su fe se hizo aún más fuerte. Cuanto más se imaginaba Abraham: “No puedo hacerlo”, más se fortalecía su fe en la capacidad de Dios. Y a través de la muerte de su carne vino un poder que no era de sí mismo: el poder del Espíritu Santo.
Todos estamos llamados a hacer lo que podamos por el reino de Cristo; y más. Para ver los propósitos de Dios realizados en tu vida, él sólo te pide que confíes en él viviendo una vida de fe.