Soportando una Temporada de Espera en Dios
Justo antes de que Jesús ascendiera al cielo, él instruyó a sus discípulos: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49). El mensaje de Jesús fue claro: “¡Esperen al Espíritu!”
La mayoría de nosotros necesitamos trabajar duro cuando se trata de la disciplina de la espera. Cuanto más nos apresuramos a lograr cosas para Dios en nuestra carne, más se aleja su poder. Esto sucedió en el Antiguo Testamento una y otra vez. Israel siempre estaba adelantándose a Dios, frustrando sus planes para ellos y robándole la gloria que merecía como su fiel libertador. Hoy tenemos la misma tendencia. Nuestra carne simplemente está inclinada a adelantarse al Señor.
Elías sabía lo que significaba esperar en el Señor. “Vino a él [Elías] palabra de Jehová, diciendo… Escóndete” (1 Reyes 17:2-3). Estas son algunas de las palabras más difíciles que cualquier seguidor de Jesús puede escuchar. Es el equivalente de Jesús diciéndoles a sus discípulos: “Esperen”. Para los discípulos, la espera era cuestión de semanas (ver Lucas 24:49). Pero para Elías, fueron tres años. Eso era el tiempo que restaba de la hambruna que Israel soportó después de que Dios le habló.
Imagínate lo difícil que fue ese período para Elías. El tenía una palabra de Dios ardiendo en su corazón, pero se le ordenó permanecer en silencio durante tres largos años. Sin embargo, una vez que pasaron esos años, Dios le dijo a Elías: “Ve, muéstrate… y yo haré llover sobre la faz de la tierra” (1 Reyes 18:1).
Hoy, algunos de nosotros “nos presentamos” antes del tiempo señalado por Dios. Terminamos haciendo girar nuestras ruedas, cansándonos, agotándonos de hacer la obra de Dios. Pero, amigo, el único poder que alguna vez tendremos para la obra de Dios, vendrá del tiempo que pasemos en oración.
Esperar es una experiencia dolorosa, a menudo llena de aburrimiento y suspiros. Para los discípulos, sin embargo, esperar fue todo menos aburrido porque tenían la palabra de promesa de Jesús y eso marcó toda la diferencia. Cuando llegue el momento de “presentarnos”, Dios nos dará su poder. ¡Qué momento tan maravilloso será ese!