Sostenido por la Oración de Cristo
“Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte” (Lucas 22:31-32).
Jesús había previsto el zarandeo que vendría a Pedro y no lo iba a detener porque el proceso era necesario. Pero Jesús agregó rápidamente: “He orado por ti”. “He orado por ti”, no “Voy a orar por ti”. Probablemente él ya había pasado horas con el Padre hablando acerca de Pedro: de cuánto lo amaba, de cuán necesario era él en el reino de Dios, de cuánto lo valoraba como amigo. Cuando Jesús dijo que estaba orando por él, él estaba hablando no sólo a Pedro, sino a todos los discípulos; y a nosotros hoy.
Jesús conocía muy bien la ferocidad de los poderes del mal y cómo Satanás zarandea a los seguidores del Señor. Ninguno de nosotros puede entender el gran conflicto que se desata en este momento en el reino espiritual contra los santos que han fijado sus corazones firmemente en seguir con Cristo hasta el final.
En tu caminar cristiano, llega un momento en que cruzas la línea hacia una vida de obediencia y dependencia de Jesús, decidido en tu corazón a no volver atrás nunca más. Cuando esto sucede, te conviertes en una amenaza para el reino de las tinieblas y, por lo tanto, en un blanco de principados y potestades. ¡El testimonio de todo creyente que se vuelve al Señor con todo su corazón, con hambre de santidad y de un caminar más profundo con Jesús, incluye el brote repentino de intensas pruebas!
“Jesús… levantando los ojos al cielo, dijo… Yo ruego por ellos… Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre… no ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:1, 9, 11, 15).
Si estás entregado incondicionalmente a Dios, leyendo su Palabra, pasando tiempo con él, amando a las almas perdidas; no importa lo que estés pasando o lo que te espera, Jesús está orando por ti. ¡Qué maravilloso consuelo es esto para todo hijo de Dios!