Sufriendo, pero Gozosos
Cuando andamos en el Espíritu, cuando el Espíritu Santo nos controla, él produce gozo en nuestras vidas, así como amor. Lucas describió que Jesús “se regocijó en el Espíritu” (Lucas 10:21). Todo gozo proviene del Espíritu Santo. No podemos fabricarlo, materializarlo o hacer que suceda por nuestra cuenta.
Muchos de nosotros caminamos con cicatrices que nadie puede ver, pero Jesús dice que no tenemos que perder nuestro gozo cuando la vida es dolorosa o cuando las personas actúan de mala manera hacia nosotros. El gozo no se promete sólo a aquellos con el menor dolor en sus vidas. El gozo es para todos los que desean ser controlados por el Espíritu. Jesús dijo: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos” (Lucas 6:22-23). Sugerir que el sufrimiento pasado de alguna manera nos da derecho a no tener gozo es sólo una forma de evadir la verdad.
Incluso Jesús sabía lo que era el dolor; y sabía lo que era llorar. Isaías profetizó que Jesús sería un varón de dolores (Isaías 53:3); y esa profecía ciertamente se hizo realidad. Sufrió tanto en la cruz como fuera de la cruz, cuando fue burlado, golpeado y humillado. Pero eso es sólo la mitad del cuadro.
En Hebreos aprendemos que Dios ungió a Jesús con el óleo de alegría (1:9). El aceite es un símbolo del Espíritu Santo; y como antes vimos en Lucas 10:21, Jesús se regocijó por medio del Espíritu Santo. Entonces Jesús fue un hombre de tristezas que llevó la cruz, pero fue ungido con alegría. Y su alegría, como la nuestra, vino del Espíritu Santo. Para comprender verdaderamente a Jesús, no podemos verlo sólo como un Salvador triste, pero debemos equilibrar eso con la verdad de que él estaba lleno de alegría y pasaba gran parte de su tiempo regocijándose.
La base del gozo espiritual está en nuestra relación inmutable con Cristo. Nosotros nos “regocijamos en el Señor” (Filipenses 3:1) al recordar y declarar todos los beneficios que él ha provisto ahora y en el futuro.
Jim Cymbala comenzó la iglesia Brooklyn Tabernacle con menos de veinte miembros en un pequeño y deteriorado edificio en una parte difícil de la ciudad. Nacido en Brooklyn, es un viejo amigo de David y Gary Wilkerson.