Teniendo la Mente de Cristo
Aunque podemos ser libres de condenación, nunca seremos totalmente libres de batallas mentales. Como señala Pablo, esta es simplemente la naturaleza del mundo espiritual en el que nos movemos. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
A medida que nos sumergimos en la Palabra de Dios, eventualmente sus promesas se vuelven más fuertes en nuestras mentes que cualquier mensaje que envíe el enemigo. La autoridad de su palabra rompe las cadenas del temor, la duda y la incredulidad que nos estorban. “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16).
Aquí hay otro aspecto más de la presencia de Dios en nosotros: tener la mente de Cristo. No importa las batallas mentales que enfrentemos, nuestra postura es siempre una de victoria, porque vivimos y nos movemos en la presencia de Dios. Incluso en nuestros peores días, la vida y la mente de Cristo dentro de nosotros nos mantiene unidos, sostenidos y en paz. Sin embargo, romper cadenas es sólo el comienzo de la obra de Jesús en nosotros. Cuanto más tiempo pasamos con él, más nos prepara para hacer sus obras: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).
Para hacer las obras de Jesús, tenemos que vivir la vida de Jesús. Eso puede parecer una herejía, pero como instruye Juan: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). Si no llevamos la presencia de Cristo en nuestra vida diaria, simplemente no tenemos derecho a hacer sus obras. ¿Por qué? Porque esas obras nacen en su presencia. Jesús dijo incluso de sí mismo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre” (Juan 5:19).
La intimidad con él es el comienzo de nuestro empoderamiento para hacer sus obras en la tierra. Simplemente no podemos avanzar en esas obras sin ésta. Te insto a que encuentres a tu Salvador en oración. Recuerda sus maravillosas promesas a través de su Palabra y sabe que él es fiel para guiarte con la presencia de su Espíritu. Haz de este, tu primer paso para hacer las obras de Jesús: Conocerlo íntimamente. ¡Es una tarea que puedes comenzar hoy!