Teniendo un Espíritu Ferviente
Oí a un autor de “best seller” hablar sobre cómo uno de los grandes problemas que enfrentamos hoy en Estados Unidos y la iglesia moderna es el ajetreo; y yo lo creo. Es muy común hablar con la gente y oírlos decir: “¡Oh, estoy tan ocupado! ¡Tengo tantas cosas que hacer en mi vida!”
Si tu vida está en desorden, cayéndose a pedazos y no hay descanso, probablemente sea porque no estás viviendo en obediencia a lo que Dios tiene para ti. Estás haciendo más que eso y es por eso que tanta gente se siente abrumada. Sin embargo, hay todo un grupo de personas en el otro lado del espectro del que la iglesia no habla demasiado; y esos son los perezosos.
Ahora, a menudo siguen diciendo que están ocupados, pero pasan cuatro, cinco, seis horas al día viendo la televisión o frente a algún tipo de pantalla entreteniéndose.
Algunos entretenimientos son buenos y pueden ser divertidos. Yo disfruto de las películas tanto como cualquiera. No hay nada de malo en el entretenimiento en sí mismo. Esto no quiere decir que no debas practicar deportes o ver películas. Se trata de una actitud del corazón. Cuando el entretenimiento se convierte en una parte tan importante de tu vida, cuando gobierna y dicta tus decisiones, cuando se convierte en tu prioridad, apunta a un profundo pecado en el corazón.
La Biblia habla en el Antiguo Testamento sobre los pecados que Dios aborrece; y uno es la pereza. Cuando nos sentamos a un costado y decimos: "Bueno, tuve una herida en el pasado o un sueño fracasó, así que ya no voy a participar. Lo intenté y fallé, así que ya terminé. Sólo voy a ir a mi trabajo, llegar a casa y luego relajarme. Nadie me moleste". Ese es un espíritu perezoso que permite que una vida sea ahogada en el entretenimiento.
Lo contrario es alguien que se aparta de un corazón perezoso y tiene un corazón de siervo. Entonces confiamos en la fuerza de Dios para lograr sus propósitos y vivir plenamente. Pablo nos dice en la Biblia que las marcas de un verdadero cristiano son estas: “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Romanos 12:9-11, mis cursivas). ¡Obedezcamos ese mandamiento con todo nuestro corazón hoy!