Teniendo una Vida que Agrada al Señor
“Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo” (Romanos 15:29). Al escribir estas palabras a los cristianos en Roma, Pablo les decía: “No tengo dudas de que cuando los vea, será en la medida más completa de la bendición de Cristo”.
Las palabras del apóstol aquí implican algo que todo creyente debe saber; es decir, hay diversos grados o medidas de la bendición de Cristo. Algunos creyentes obtienen una medida completa de esta bendición, lo cual es la meta, por supuesto. Sin embargo, otros cristianos sólo participan en una pequeña medida de su bendición, pero todos podemos buscar la plenitud.
Pablo deja en claro que todos tenemos el mismo acceso al Señor: “[Hay] un cuerpo y un Espíritu… un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:4-6). Todos tenemos la misma oportunidad de obtener su creciente bendición. De hecho, nuestras vidas deberían abundar continuamente en lo que Pablo llama “la bendición de Cristo”.
La bendición de Cristo significa tener una vida que sea agradable al Señor. Es un conocimiento interno del Espíritu Santo que mientras Dios mira tu vida, él dice: “Estoy complacido contigo, hijo mía. No hay nada entre nosotros que obstaculice nuestra comunión y relación”.
El escritor de Hebreos resume la plenitud de la bendición de Cristo de esta manera: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos” (Hebreos 13:20-21).
Las personas que viven en esta plenitud de bendición desprenden un aroma de haber estado con Jesús. Al igual que Pablo, tienen una insatisfacción divina con esta vida, un anhelo de estar en la presencia de Cristo, un hambre de obtener más y más intimidad con él.
Esforcémonos por ser como estos creyentes, decididos a terminar nuestro caminar de fe y nuestro ministerio de tal forma que sea agradable a Dios.