Tensión en el Aposento Alto
Siempre que los Cristianos hablan del Aposento Alto, ellos se refieren usualmente al momento en que ocurrió Pentecostés. La misma frase “Aposento Alto” trae un significado de gozo para la Iglesia, y no sólo porque ocurrieron cosas maravillosas aquel día. Fue un evento lleno con poderosas promesas para cada seguidor de Jesús a lo largo de todas las épocas.
El Aposento Alto fue el lugar donde los discípulos de Jesús se reunieron 40 días después de Su Resurrección bajo Su instrucción. El Espíritu Santo descendió sobre aquella reunión así como lo había predicho, ardiendo sobre sus cabezas y un nuevo lenguaje rebosando de sus lenguas. Los que pasaban cerca de allí estaban asombrados con lo que veían, y el Espíritu Santo movió a Pedro a predicarle a ellos. Anterior a ese día Pedro era un hombre quebrantado, todavía atormentado por la negación que hizo a Jesús. Pero ahora estaba lleno de confianza. Cuando él predicó las Buenas Nuevas de Cristo a la multitud reunida, 3000 personas recibieron la salvación.
El Aposento Alto habla de un tiempo de refrigerio, de tomar nuevo vigor y de renovación para el trabajo del Reino de Dios. Hechos 3:19 nos dice que tiempos de refrigerio semejantes podrían venir a todos aquellos que siguen a Jesús. La promesa del Espíritu Santo fue una buena porción de aquel refrigerio.
Pero la Biblia también menciona de igual manera otra experiencia que ocurrió en el Aposento Alto. Ésta sucedió algunas semanas atrás, y los discípulos tuvieron una experiencia muy diferente allí. Aquel Aposento Alto fue el escenario de la Última Cena la noche anterior a la muerte de Cristo sobre la Cruz. En aquella noche Jesús habló acerca de temas difíciles-el sufrimiento que Él habría de soportar, Su muerte cercana, y el hecho de que Él estaba dejando la tierra y sus más cercanos amigos, los discípulos.
Ninguno de estos temas al escucharlos fue fácil de digerir para todos Sus discípulos. De hecho, ellos quedaron paralizados. Ellos estaban acostumbrados a emocionarse cuando veían a Su Maestro realizar milagros-caminando sobre el agua, alimentando a miles con unos pocos pedazos de pan y de pescado, sanando a personas que eran minusválidas desde su nacimiento, sacando a los demonios de personas atormentadas, inclusive levantar a un hombre que yacía muerto y darle vida. Jesús fue claramente el Mesías que tanto tiempo había sido esperado y que La Palabra de Dios prometió, viniendo a establecer el Gobierno de Dios sobre la tierra. Imagínese como se hubiera sentido escuchar que todo se había terminado. ¿Por qué Su maravilloso Reino de repente se terminó? Cuando Jesús compartió estas situaciones difíciles, los discípulos entraron en un período de negación.
Seguir a Jesús significa más que recibir bendiciones y ver Milagros. Significa recibir corrección, inclusive recibir reprensiones cuando es necesario. Ese no en un tema muy popular los Domingos por la mañana en la Iglesia o entre los autores de literatura Cristiana.
Decir a las personas cosas que suenan fuerte no es actualmente correcto a nivel político ni cultural. Pero Dios no es la cultura-Él es nuestra familia. Y como cualquier padre responsable, Él no se mantiene al margen de guiar a sus hijos por el camino de vida y alejarlos de las situaciones que los llevan a la destrucción. Y a veces ello requiere confrontar cosas difíciles.
Eso fue lo que Jesús hizo en el Aposento Alto. Cuando Él declaró que iba a morir, Pedro le refutó diciendo que todo estaría bien. Cristo le respondió con una sorpresiva fuerza: “Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: !!Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” (Mateo 16:23)
Hablemos de cosas embarazosas. Probablemente has estado en reuniones en el trabajo o en una mesa mientras cenas donde la atmósfera de repente se turna tensa. No es un buen tiempo para nadie. Aun así lo que Jesús hizo fue tan crucial como lo que ocurrió la segunda vez en el Aposento Alto. La Biblia nos dice que porqué: “He aquí, Tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”. (Salmos 51:6)
Ésta clase de instrucción dolorosa se da en la primera experiencia que se da en el Aposento Alto. Se trata de negociar con Dios, y las noticias que allí se reciben no son fáciles de escuchar. Pero es absolutamente necesario- porque nunca tendremos una segunda experiencia del Aposento Alto sin la primera.
La experiencia del Aposento Alto no es algo que ocurre sólo una vez.
Dios usa el Aposento Alto en nuestras vidas una y otra vez, en ciclos. La primera experiencia del Aposento Alto- en el encuentro con Dios donde revisamos nuestro corazón-tiene que llevarse a cabo antes de que podamos experimentar la segunda experiencia del Aposento Alto en donde tomamos fuerzas que nos refrescan y nos dan nuevo vigor.
Mi padre solía llamar a la primera experiencia del Aposento Alto “siendo corregido por Dios”. Lo que se trata aquí es acerca de confrontar cosas en nuestras vidas que no están honrando a Dios. En esos momentos, Él nos dice, “Hay un elefante en el cuarto, y tengo que nombrártelo. Te estás alejando de Mí. Has estado poniendo tus sentimientos en las cosas de este mundo, y has perdido tu primer amor por Mí. No voy a dejarte ir más lejos con este asunto sin tratarlo.
En la primera experiencia del Aposento Alto, Jesús quería tratar con la convulsión en los corazones de los discípulos. Ellos probablemente ni siquiera sabían que tales cosas estaban dentro de ellos. El más claro ejemplo es Pedro, quien dijo a Jesús que le seguiría hasta la muerte. El Señor retó a Pedro en aquel momento: “Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mateo 26:34).
Pedro quizás estaba tratando de hacer que las cosas funcionaran mejor de lo que habían acontecido. Pero Dios no va a permitir que algo serio sea tratado como algo que es superficial y ligero. Nosotros talvez rechazamos los temas difíciles y los tratamos con ligereza, pero nuestro Señor tiene una agenda seria: Él trata de ligar nuestro corazón al Suyo. Esta es el único camino hacia la vida.
¿Estás experimentando lo que sucedió en el Aposento Alto la primera vez ahora mismo? ¿Hay cosas en tu vida que sabes que no son agradables a Dios? Juan 14 nos deja claro que Él quiere tratar con ello. Él quiere sacarte de la senda del desánimo, donde has cedido al pecado y donde la destrucción se muestra en todo su potencial. Para lograr hacer eso, Él no se anda con rodeos. Su respuesta a Pedro fue dura, pero Él sabía con antelación que era un acto de amor. Jesús estaba diciendo, en esencia, “Sé que me amas, Pedro. Pero hay planes en tu corazón que no están en los de Dios. Te estoy confrontando ahora porque no deseo que esos planes se conviertan en algo satisfactorio para ti. Tengo cosas aún mayores en mente para ti.”
Todos tenemos que saldar cuentas con Dios; eso es parte de ser cristiano. Y el efecto de la santidad de Dios es sacar cada cosa oculta a la luz. Si hay tinieblas en nosotros, Su camino es exponerlas, confrontarlas y entregarlas antes que Él traiga un derramamiento de bendición.
Si nosotros somos honestos, deberíamos admitir que tenemos la costumbre de mantener nuestras áreas oscuras escondidas. Nos avergüenza exponer esas áreas a otra persona. Pero a veces eso es exactamente lo que necesitamos hacer, ayudar a remover el asentamiento del pecado sobre nosotros. Esta clase de confesión íntima requiere de un amigo confiable-alguien que puedo caminar a nuestro lado, ayudarnos a llevar nuestra carga y mantenerse con nosotros en oración. Santiago describe la bendición que viene con esta práctica: “Confiesen sus ofensas unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
La segunda experiencia del Aposento Alto viene únicamente a aquellos que permiten que sus corazones sean reformados, sanados, cambiados y transformados por el poder de la Palabra de Dios. Si tu corazón está arrepentido-si te vuelves del pecado y ligas tu vida con Su Palabra- Él te restaura y te lleva hacia Su plenitud. Experimentarás Pentecostés, el derramamiento del Espíritu dentro de un corazón puro y tu gozo por la vida será renovado porque tu corazón ha sido fortalecido por Su santidad en lugar de la debilidad que trae el pecado.
En medio de la tensión, Jesús habló una palabra de vida a los discípulos.
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Mucho ha sido escrito acerca de este verso. ¿Qué quiso Jesús decir cuando dijo que nosotros haríamos grandes cosas que aquellas que Él hizo?
Encontramos una pista en la última frase: “porque Yo voy al Padre.” ¿Qué sucedió exactamente cuándo Jesús fue al Padre? Lo encontramos rápidamente en las escenas justo después de Su muerte: Las Escrituras dicen que la tierra literalmente tembló. Las tumbas se abrieron y los muertos revivieron. Se nos ha dicho que Jesús predicó las buenas nuevas a los muertos en el Hades. Finalmente, cuando Él ascendió al Padre, Él hizo esta petición al Padre por nosotros: “Y yo rogaré al Padre, y les dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre” (Juan 14:16). Yendo al Padre, Jesús estaba yendo a salvar a todos los que clamaren a Él. Él estaba yendo al Padre para proveer vidas resucitadas. Y estaba yendo al Padre para llenar a Sus seguidores con Su misma presencia a través del Espíritu Santo. Estas obras nunca se habían hecho antes mientras Jesús estaba en la tierra. A todo lo que hizo en el corto tiempo después de Su muerte, le añadió esto también: Él nos hizo uno con Dios. Eso sólo pudo ocurrir “porque voy al Padre” (Juan 14:12).
Esto explica las grandes obras que Cristo dijo podríamos hacer “porque voy al Padre.” En nuestra carne tendemos a pensar acerca de “grandes obras” in la misma escala que Jesús realizó maravillosos milagros: alimentando grandes multitudes con unas pocas migajas, caminar sobre el agua, asombrosas demonstraciones de poder sanador. Pero con esta sola frase-“mayores obras que estas ustedes harán, porque yo voy al Padre” -Jesús nos mostró lo que esa obra es: llevar la Luz de Su Evangelio- la salvación, liberación, el Evangelio transformador- al mundo.
Las Escrituras dicen que los ángeles nos miran y se maravillan al ver el regalo que nosotros hemos recibido. Piensa en ello: una cosa es ofrecer sanidad física a alguien-y otra es ofrecer la salvación por toda la eternidad y vida abundantes para este mundo. Jesús nos da a todos los recursos del cielo para llevar las Buenas Nuevas en verdad y poder: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
Cuando leemos este verso, una vez más pensamos en la maravillosa escala de Jesús de ir realizando milagros. Pero Jesús habla aquí de la salvación y la actividad del Reino, la transformación, vida abundante. Cuando Él dice, “Lo que pidas en Mi nombre,” nuestras peticiones revelarán lo que hay en nuestros corazones. ¿Pedimos por milagros porque pensamos que traerán la Gloria visible de Dios? ¿O pedimos por los resultados del Reino sin importar cuan pequeña sea la escala de ellos? Santiago nos advierte, “Piden, y no reciben, porque piden mal, para gastar en sus deleites. (Santiago 4:3).
De acuerdo a lo que dijo Jesús, hay un solo requisito para hacer las grandes obras de las que Él habló: “cualquiera que cree en Mí también hará las obras que Yo hago” (Juan 14:12, mi énfasis). Cada cristiano cree. Eso significa que somos todos nosotros capaces de hacer las grandes obras que Jesús ha ordenado para nosotros.
Pero para esas obras, debemos tener un corazón limpio. La próxima cosa que debemos hacer es lo que Jesús dice, “Si me aman, guarden Mis mandamientos” (Juan 14:15). Debemos de obedecer Su Palabra. Y si nuestros corazones están limpios, esa obediencia no será a regañadientes, más bien será un acto de amor, como lo dijo Jesús.
¿Tienes problemas guardando La Palabra de Dios? Aquí tienes la última promesa de Jesús para ti: “Y yo rogaré al Padre, y Les dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre: el Espíritu de verdad,” (Juan 14:16-17). Pon atención a la palabra “Consolador” aquí. Jesús nos da la ayuda que necesitamos para obedecerle, a través de Su Espíritu Santo, Quien nos aconseja a lo largo de nuestro camino.
Quiero hacer énfasis en algo muy delicado en este verso que creo es importante. Cuando Juan habla del Espíritu, él usa una palabra que es diferente de los otros escritores del Evangelio. Ellos usan la palabra griega pneuma, la cual tiene un significado muy cercano a la palabra “soplo”. Pero Juan usa la palabra hagios, que es masculina y puede ser traducida como “Él sopla”. Jesús está diciendo, “El Espíritu que yo les envié no es neblina o un vapor. Él es una persona sólida-otro Yo.”
“En aquel día ustedes conocerán que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:20-21).
¿Qué otra cosa necesitamos más que esto? Cristo nos ha llenado con Su misma Presencia. Y Él se manifiesta en nosotros mientras que nosotros hacemos las obras que Él ha preparado delante de nosotros. Te insto a orar conmigo: “Señor, estoy dispuesto-llévame al primer Aposento Alto. Habla a mi corazón; no me dejes sin corrección en mi camino. Haz Tú Palabra preciosa para mí de nuevo, para que así yo pueda hacer las obras que Tú deseas que yo haga. Haz todo lo que quieras para llevarme a la plenitud que deseas para mi vida. Tú eres mi gozo. ¡Amén!