TU CLAMOR MUEVE EL CORAZÓN DE DIOS
La Palabra de Dios testifica el hecho de que las aflicciones nos enseñan a doblar nuestras rodillas y clamar al Señor en medio de todos nuestros problemas y preocupaciones.
“Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra” (Salmos 119:67).
“Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste” (119:75).
En el último versículo, David dice: “Señor, yo sé por qué me afligiste. Tú viste que cuando todo iba bien, me extravié y me volví muy descuidado, así que permitiste que los problemas vinieran sobre mí. Sabías que me pondría de rodillas y volvería al quebrantamiento. ¡Mi aflicción fue la evidencia de tu fidelidad hacia mí!”
Necesitamos entender algo sobre el corazón de Dios: A él le duele cuando algo nos duele. Él siente nuestra aflicción con nosotros, sin importar de qué se trate. “En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad” (Isaías 63:9).
El Señor se conmueve cada vez que sus hijos le claman a él desde la aflicción. “Los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos" (Éxodo 2:23-24). El clamor de Israel movió el corazón de Dios. Cada vez que ellos eran afligidos, Dios se dolía con ellos. La Biblia nos dice que incluso cuando Israel pecó contra el Señor y la miseria cayó sobre ellos, “él fue angustiado a causa de la aflicción de Israel” (Jueces 10:16).
Muchas personas luchan con horribles esclavitudes en sus vidas y las tentaciones en ellas se enfurecen a diario. Sin embargo, yo les digo a todas esas personas: “¡A Dios le importa!” Sí, él conoce la miseria que soportas y sólo él tiene el poder de librarte. ¡En cada batalla, él te está enseñando a correr hacia la cruz y clamar a él por liberación!