Un Amigo de Dios
Considera la forma en que Dios mismo describió su relación con Abraham: “Abraham mi amigo” (Isaías 41:8). Asimismo, el Nuevo Testamento nos dice: “Abraham creyó a Dios… y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:23).
¡Qué elogio más increíble, ser llamado amigo de Dios! La mayoría de los cristianos han cantado el conocido himno, “¡Oh, qué amigo nos es Cristo!”. Estos pasajes bíblicos traen a casa esa verdad con poder. Que el Creador del universo llame a un hombre su amigo parece más allá de la comprensión humana, sin embargo, sucedió con Abraham. Es una señal de la gran intimidad de este hombre con Dios.
La palabra hebrea que Isaías usa aquí para referirse a “amigo”, significa afecto y cercanía. Cuanto más nos acercamos a Cristo, mayor se vuelve nuestro deseo de vivir plenamente en su presencia. Además, comenzamos a ver más claramente que Jesús es nuestro único fundamento verdadero.
La Biblia nos dice que Abraham “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). Para Abraham, nada en esta vida era permanente. Las Escrituras dicen que el mundo era “un lugar extraño" para él. No era un lugar para echar raíces. La patria celestial que Abraham anhelaba no es un lugar en la tierra. Más bien, es estar en casa con el Padre. Verás, la palabra hebrea para la frase “patria celestial” es pater. Viene de una raíz que significa Padre. Entonces, la patria celestial que Abraham buscaba era, literalmente, un lugar con el Padre.
Sin embargo, Abraham no era un místico. No era un asceta que se vestía con aires sagrados y vivía en una neblina espiritual. Este hombre vivió una vida terrenal, muy involucrado en los asuntos del mundo. Después de todo, él era dueño de miles de cabezas de ganado y tenía suficientes sirvientes para formar una pequeña milicia. Abraham tenía que ser un hombre ocupado, dirigiendo a sus siervos y comprando y vendiendo su ganado, ovejas y cabras.
Sin embargo, de alguna manera, a pesar de sus muchos negocios y responsabilidades, Abraham halló tiempo para tener intimidad con el Señor.