UN CAMINO CANDO NO HAY CAMINO
Recoge tu lecho. ¡Es tu mensaje para el mundo!
¿Cómo sigues adelante cuando las circunstancias dicen: “No hay camino”? ¿Qué haces cuando tu familia se está desmoronando, estas batallando en lo financiero, estas desmotivado y en tu corazón sobreabunda el dolor? ¿Cómo seguir adelante cuando no se ve ningún camino?
Marcos 2 nos muestra que sí hay camino. Cuando las cosas parecen imposibles y perdemos toda esperanza de poder seguir adelante, Jesús fielmente hace camino donde no lo hay.
La ciudad de Capernaum era un centro para el ministerio del Señor. Cerca de ahí, llamó a sus primeros discípulos, los hermanos Pedro y Andrés y los otros hermanos Santiago y Juan. Ellos dejaron sus redes de pescadores y siguieron a Jesús a Capernaum donde el realizó milagros, generando gran movimiento en la ciudad.
Primero, Jesús fue confrontado por un hombre poseído por demonios. Reprendió al espíritu fuera del hombre, liberándolo instantáneamente (Marcos 1.21-28). Después, Cristo guió a sus nuevos discípulos directo a la casa de la suegra de Pedro, quien estaba tendida sufriendo con fiebre. Jesús la tomo de la mano, y se levantó de su cama completamente sana para prepararles alimentos a ellos. (1.29-31).
¡Que cadena de sucesos tan poderosos! No sorprende que Jesús fuera seguido por gente con necesidades desesperadas: “La ciudad completa se reunió a la puerta” (1.33). Jesús sanó a los enfermos y poseídos, y la gente terminaba regocijada, liberada de toda clase de aflicciones. (1.34).
Al siguiente día, Cristo se alistó para salir a otras ciudades en la región, predicando y haciendo milagros de sanidad y liberación. No mucho tiempo después regresó a Capernaum, la gente se agolpaba para verlo de nuevo. “Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. ” (2.1-2). La primera vez que Jesús estuvo ahí fue milagroso. Estoy seguro que cuando regresó las expectativas se habían elevado en cuanto a la cantidad de gente que vendría.
Un hombre paralitico quien se había perdido de la primera ronda de milagros, temía también perder esta segunda visita. Él estaba físicamente tan discapacitado que debían cargarlo para llevarlo a la reunión, “Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.” Marcos 2.3-4.
Este hombre paralitico era alguien que parecía haberse perdido de las bendiciones de Dios. Quizá él vio algunos amigos ser sanados la primera vez que Jesús pasó por aquella ciudad. Ahora, con el regreso de Jesús, probablemente veía a muchos pasar de prisa a un lado de él para ser sanados. Nadie podía culparlo de pensar: “Sigo perdiéndomelo. La bendición de Dios parece ser para otros, pero no para mí. Me perdí de mi milagro la primera vez, y no veo como llegar a Jesús para mi milagro esta vez.”
Muchos Cristianos tienen esta mentalidad para sus vidas. Ellos creen haber esperado mucho con sus matrimonios en los que actualmente ya no hay amor, o están obstaculizados por un problema financiero que no tiene fin, o sus limitaciones físicas los hacen sentirse menos delante de Dios. Ellos se sienten que han perdido su milagro.
Sin embargo esos Cristianos nunca han dejado de creer que ellos le importan a Dios. Hambrientos por mas, ellos están estancados como el hombre paralitico, convencido de que “Nada cambia, no importa que tanto yo ore. Esta es la vida que me tocó vivir.”
Gracias a Dios, los amigos del hombre paralitico creían de diferente manera. Los imagino diciéndole a él: “Te vamos a llevar a la reunión de avivamiento. ¡Vas a ser tocado por el Mesías!” El hombre probablemente aun tenía dudas pues cuando ellos llegaron estaba llena la reunión hasta la puerta, pero aun así sus amigos aun creían. Ellos sentían que tenía que haber una manera, un camino… cuando parecía que no había ninguno.
A veces necesitamos que alguien más nos ayude a hacer un camino cuando nosotros no vemos camino.
Cuando se trata de nuestro caminar con Jesús, muchos de nosotros pensamos, “Todo lo que pude hacer, ya lo hice.” Pero cuando la vida nos da el sentimiento de estar atorado, algunas veces una palabra de fe o un gesto generoso de un amigo puede ser el rayo de esperanza que necesitamos. Cuando te sientes paralizado, congelado, sin la capacidad de moverte hacia adelante, pensando: “¿Cuándo llegará la liberación que necesito?” La fe de un amigo puede levantar tu rostro lo suficiente para poder ver la salida del desaliento.
Cuando parecía que la puerta de la reunión estaba cerrada para el hombre paralitico, sus amigos actuaron en una fe extravagante. Ellos quitaron parte del techo que estaba arriba de Jesús y bajaron al hombre paralitico por el agujero en el techo.
Jesús fue movido por la fe del grupo. “al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.” (2.5) Qué cosa tan inusual para Jesús de hacer. El no sano primero al paralitico, sino que le otorgó el perdón de sus pecados. Creo que Cristo hizo esto por una razón muy importante.
Muchas veces Dios hace un camino en nosotros antes de hacer un camino para nosotros.
Nosotros queremos avivamientos, sanidades y milagros. Eso no es siempre lo que Jesús elige hacer primero en nosotros. Algunas veces el trabaja en nuestro interior antes de comenzar a trabajar en nuestro exterior. Al hacer esto, él prepara nuestro corazón para ser liberado. Tú ves, cuando estamos atorados, nuestro único pensamiento es “Solo quiero caminar de nuevo” el pensamiento de Jesús es “Quiero que vivas.” Nosotros pensamos, “Yo quiero correr.” El pensamiento de Jesús es “Yo quiero que estés completo en cuerpo, alma y espíritu.”
Si obtenemos nuestra sanidad exterior sin haber obtenido primero la interior, cuando venga la próxima tormenta, es posible que ya no queramos luchar y nos entreguemos a la derrota. Pero cuando Jesús hace un trabajo interno primero, algo cambia en nosotros para que cuando venga la próxima tormenta, nos aferremos a él en fe. Nosotros no nos quedaremos atorados otra vez o con sentimientos de desesperanza, porque nuestra fe ya no depende de las circunstancias sino depende de Él. Nuestros corazones y mentes están en alto cuando gracias a la esperanza bíblica.
Otros pueden meterte, pero ellos no pueden levantarte.
Una vez que el hombre fue perdonado, Jesús llamó le pidió que pusiera su fe en acción. Le ordenó al hombre, “A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.” (Marcos 2.11) El hombre no podía confiar en sus amigos para hacer eso. La fe de ellos lo había traído cerca de Jesús, pero para responder a la orden de Cristo, solo él podía actuar en fe.
Jesús nos dice a todos nosotros que nos pongamos en pie, que nos levantemos en fe de cualquier situación que nos atrape: adicción, desesperanza, pensamientos perturbadores. Para hacer eso, no podemos descansar en la fe de nuestros amigos, y no podemos escuchar a nuestras propias dudas. Cuando él nos dice que nos levantemos, está diciendo; “Párate firme, porque el poder de Dios está a punto de moverse a través de ti.”
Cuando nosotros respondamos, tendremos la misma reacción que el hombre paralitico tuvo. “Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.” (2.12)
Cuando nos levantemos derechos de pie, Jesús nos dirá: “Ahora, recoge tu lecho.”
“A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.” Marcos 2.11 ¿Por qué Jesús le habría dicho al hombre que tomara su maloliente camilla y se la llevara? El hombre probablemente no quería saber nada de la camilla, ya que representaba la discapacidad y frustración que había sufrido por años. Él quizá pensó: “No quiero volver a ver más esta apestosa camilla otra vez”, “Me recuerda a mi parálisis, mis caídas y mi desesperación. ¡Prefiero quemarla!”
Tu lecho es tu mensaje
Imagina al hombre cargando su camilla fuera de la reunión. Muchos de los presentes habían cuestionado la autoridad de Jesús, y ahora estaban siendo empujados por esa vieja camilla mientras el hombre se abría paso entre la multitud. La camilla no fue más un lecho de un enfermo sino que ahora era un testimonio de un milagro. Jesús sabía que la ruta a la casa del hombre, lo llevaría por las calles en donde mendigaba por ayuda todos los días. Todos podían testificar acerca de su transformación. Ellos verían el poder del evangelio de Jesús para hacer maravillas.
Así que, ¿cómo piensas que fue cuando el hombre llego a casa? Lo imagino a él entrando por la puerta principal con cierto asombro, era algo que nunca había podido hacer. Su madre probablemente habría estado limpiando su cuarto, esperando a sus amigos cargándolo en cualquier momento para dejarlo en casa. Pero las pisadas que ella escucho ese día sonaban distinto. Voltea, y ve a su hijo y cae en sus rodillas asombrada.
“Mamá, gracias por cuidarme,” probablemente dijo el hombre. “Ya no tienes que hacerlo más. Fui sanado, liberado, fui restablecido por completo por Jesús. Ya no necesito esta camilla nunca más, pero la conservaré como testimonio de su poder. La usaré para decirle al mundo acerca de Jesús y lo que él ha hecho.”
Algo simple, esa camilla era el testimonio del hombre. Si alguien alguna vez le preguntase, él les tendría este mensaje: “Por décadas lloraba por las noches al dormir porque estaba paralitico. No tenía la vida que Dios me había prometido. Ahora que miro a este lecho, yo pienso: “Mira lo que hizo Jesús por mí. Él me perdonó, me limpió, me sanó, me restableció por completo, me libertó, me desató. Ahora él me ha llamado, me ha escogido y me ha dado autoridad en su reino.”
Quizás tu camilla sea un matrimonio sin vida, un hijo prodigo, una sensación de desaliento sobre tu situación. Jesús te está diciendo; “levanta tu camilla ahora “y ve a casa.” Marcos 2.11
Amigo, ese sueño que tienes – la vida que tú sabes que Dios te ha llamado a tener- no tiene por qué estar en el suelo como una maloliente camilla de desesperación. No tienes que preguntarte, “¿Llegará algún día mi sanidad?” Si tu mente está en depresión, tus emociones apagadas, recurre a un amigo y pídele que ore por ti. Dile, “Ahora necesito de tu fe.” Sus oraciones en conjunto te harán recordar a Jesús y restaurarán tu esperanza. Pronto estarás escuchando la voz de Dios diciéndote, “Levántate,” y tu sabrás que él ha hecho un camino donde no había ninguno.
Levantarás tu vieja camilla y caminarás a casa, diciéndole a todo el mundo, “Yo estaba congelado, atrapado y paralizado. Hoy estoy caminando por fe otra vez. ¡Solo Dios abre un camino donde no había ninguno!” ¡Aleluya!