Un Compañero Constante
“Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13-14).
Una característica única del Espíritu Santo es que no le gusta hablar de sí mismo. Él no quiere que sepamos tanto de él como de su misión, que es acercarnos a Jesús y mantenernos en pureza y santidad. Él siempre está obrando, dando a conocer a Cristo en nuestros corazones; y se deleita en nuestra búsqueda para saber el porqué de su venida.
Jesús había reunido a sus discípulos para un último momento de comunión antes de ser trasladado. Fue un momento triste para ellos porque se les estaba quitando su única fuente de consuelo. Jesús era su guía y maestro, su alegría, paz, esperanza y amor, pero ahora él los estaba dejando físicamente. Ellos no entendían realmente el regalo que vendría después de su partida.
¿Te imaginas las preguntas que tenían? “Ahora, ¿quién nos guiará? ¿A dónde iremos a buscar palabras de vida eterna? Él nos dijo que fuéramos al mundo entero a predicar el evangelio en su nombre, pero ¿de dónde vendrá el poder? ¡Él es todo lo que hemos conocido y hemos construido nuestro mundo entero alrededor de él!” Jesús leyó sus mentes. Él sabía lo que iban a enfrentar: penurias, humillación, persecución, incluso tortura, por su nombre. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). Y les aseguró: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (ver 14:18).
Parece fácil creer que el Espíritu Santo ha sido enviado al mundo, pero es más difícil creer que él ha sido enviado a nosotros personalmente. Si Jesús apareciera de pronto junto a ti, ¿hablarías con él? ¡Por supuesto que lo harías! Del mismo modo, el Espíritu Santo debe ser así de personal para ti: ¡tu consuelo, tu guía, tu compañero constante!