Un corazón perfecto
He caminado con el Señor durante más de sesenta años. Tras todo este tiempo, me he convencido de que es posible caminar delante del Señor con un corazón perfecto. Tú me dirás: “Nadie tiene un caminar perfecto. La Biblia es clara en que todos somos pecadores” Pero las escrituras nos dicen que es posible caminar delante del Señor con un corazón perfecto.
El Señor dijo a Abraham: “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1). Dios también le dijo a Israel: “Perfecto serás delante de Jehová tu Dios” (Deuteronomio 18:13). David, por su parte, determinó en su corazón obedecer el mandato de ser perfecto. Él dijo: “Entenderé el camino de la perfección… En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.” (Salmo 101:2). Salomón se quedó corto en el mandato de Dios de ser perfecto: “… su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David… (Él) no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre.” (1 Reyes 11:4, 6).
El mandato de Dios de ser perfecto se encuentra también en el nuevo testamento: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Pablo escribió: “… a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Colosenses 1:28). Pablo añade después: “… para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (4:12). Y Pedro escribió: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” (1 Pedro 5:10).
¿Qué significa exactamente tener un corazón perfecto? Y ¿cómo puede alcanzarlo el pueblo de Dios? Primero, un corazón perfecto no significa un corazón libre de pecado y sin defecto.
El hombre juzga la perfección por el desempeño hacia el exterior, pero Dios juzga el corazón, los motivos invisibles (vea 1 Samuel 16:7). Se había dicho que David tenía un corazón perfecto para con Dios “todos los días de su vida”, pero nosotros sabemos que David le falló al Señor miserablemente. Su vida fue marcada para siempre por el adulterio y un notorio homicidio.
La definición de perfección según las escrituras es “integro”, “maduro”. En hebreo y griego, el término incluye “rectitud”, “ser sin mancha ni arruga”, “totalmente obediente”. John Wesley pensó la perfección como “obediencia constante”. En otras palabras, un corazón perfecto es un corazón obediente. Reacciona rápida y totalmente a la guía, susurros y advertencias del Señor. Este corazón dice en todo momento: “Habla Señor, que tu siervo escucha. Muéstrame el camino que debo andar, y yo caminaré por él.”
Hay tres cosas que distinguen un corazón perfecto y obediente.
1. Un corazón perfecto se puede escudriñar o examinar.
“El Señor escudriña los corazones de todos” (1 Crónicas 28:9). El corazón perfecto clama junto con David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad” (Salmo 139:23-24).
Dios le dijo a Jeremías: “Yo El Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón” (Jeremías 17:10). El significado en hebreo de esta frase es: “yo penetro, yo examino profundamente”. Pablo testifica de esto escribiendo: “porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” (1 Corintios 2:10).
En Apocalipsis 2:24, Jesús habla de “las profundidades de Satanás” referido a bajar a las profundidades del abismo del pecado. Él está diciéndonos que el mal cala profundo en el alma, sus raíces se extienden hasta el infierno. De hecho, David habla de los impíos: “Y el íntimo pensamiento de cada uno de ellos, así como su corazón, es profundo” (Salmo 64:6). Estos pasajes son todas santas advertencias que nos están diciendo: “Tú no te das cuenta de cuánto te afectan estas asociaciones con el mal. Te llevan al mismo infierno.”
Yo creo que hay nuevas profundidades de pecado en estos días finales. Se ha vuelto más fuerte, de raíces más profundas. Nuestros hijos se enfrentan a profundidades de pecado que nosotros nunca conocimos y que nunca sabremos. Las tentaciones vienen a ellos de formas mucho más sutiles que en cualquier generación anterior. Pero un corazón perfecto es el mismo en cualquier generación. Se necesita el Espíritu Santo para escudriñar en las profundidades del hombre interior – para investigar, excavar y sacar a luz todo lo que es distinto de Cristo.
Toda el hambre de nuestros corazones por ser puros y presentarse perfectos ante el Señor, es una verdadera marca del Espíritu. Pero los sermones superficiales no profundizan lo suficiente para hacer el trabajo de escudriñar en el corazón. Y aquellos en las bancas de la iglesia que esconden un pecado secreto evitarán ser examinados. Multitudes de cristianos hoy día quieren una sangre que los cubra pero no una sangre que los limpie.
Un corazón perfecto es más que seguridad eterna de que los pecados han sido cubiertos. Un corazón perfecto busca estar en la presencia de Dios para disfrutar de su comunión. Comunión es hablar con el Señor, compartiendo una dulce comunión, buscando su rostro. Es por esto que David clamaba ansiosamente: “¡Escudríñame, oh Dios!” Él quería disfrutar de la comunión con el Señor.
Aquí está la secuencia, reflejada en el antiguo y nuevo testamento: cobertura, limpieza, compromiso, comunión. Sin embargo, algunos cristianos hoy día no quieren más que ser cubiertos, seguros en la sangre de Cristo. Ellos desean un boleto rápido a la gloria, sin aflicción, sin cruz, sin limpieza. Ellos están animados por los predicadores a declarar: “Todo esto de escudriñar y buscar solo nos lleva a la culpa y la condenación. ¡Todos tus pecados están bajo la sangre!”
Sin embargo la exploración del Espíritu no es para condenar sino para redimir. Su propósito no es condenarnos trayendo otra vez alguna vieja transgresión. Es para prepararnos para entrar en su santa presencia a disfrutar de una dulce comunión con él. “¿Quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón… Él recibirá bendición del Señor” (Salmo 24:3-5).
2. Un corazón perfecto es confianza.
El salmista dijo: “En ti esperaron nuestros padres; Esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.” (Salmo 22:4-5). David testificó una y otra vez : “En el Señor he confiado” (Salmo 11:1). “Dios mío, en ti confío” (25:2).
La raíz hebrea de la palabra “confiar” significa “arrojarse uno mismo al precipicio”. Es como cuando un niño oye a su padre decirle “¡Salta!” y él obedece con confianza, arrojándose desde la altura hacia los brazos de su padre que le espera.
Esto contrasta con los cristianos que se sienten el saco de boxeo del diablo. ¡Nada podría estar más lejos de la realidad! El enemigo es incapaz de tocar a cualquier creyente sin el permiso de Dios. El enemigo no tiene libre acceso para atormentarte a ti o a mí. ¿Qué tipo de padre se quita del camino y le da a un matón libre acceso a su hijo para cuando quiera?
Satanás no pudo tocar a Job sin el permiso de Dios. El Señor debió bajar el muro alrededor de Job para que el diablo tuviera acceso a él, y eso fue solo temporal. Esto sucedió también en la vida de Pablo. Un mensajero de Satanás lo abofeteaba, pero solo porque Dios lo permitía. ¿Por qué? El Señor nunca permitiría que Pablo se engrandeciera con orgullo por la gran revelación que había recibido.
El Señor siempre tiene el control. Satanás nunca ha estado ni por un momento fuera del poder de la palabra de Dios. Por lo tanto, el corazón confiado dice: “¡Todos mis pasos están ordenados por el Señor! Él es mi padre amoroso, y él tiene un plan y propósito eterno detrás de todo lo que estoy sobrellevando.”
3. Un corazón perfecto es un corazón quebrantado.
David dijo: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.” (Salmo 34:18). Él también dijo “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” (51:17).
El quebrantamiento es más que llanto, tristeza, un espíritu quebrantado y humillación. El verdadero quebrantamiento libera en el corazón el más grande poder de Dios en que pueda confiar el ser humano: el poder de restaurar ruinas. Este tipo de poder trae una gloria especial a Dios cuando su pueblo se encuentra pasando por tiempos difíciles.
Dios asocia los muros de Jerusalén con el quebrantamiento. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado… Haz bien con tu benevolencia a Sion; Edifica los muros de Jerusalén.” Nehemías fue llamado a supervisar la reconstrucción de los muros de Jerusalén. En la oscuridad de la noche, Nehemías “observó el muro” (Nehemías 2:15). Aquí aparece la palabra hebrea “shabar” que es la misma palabra utilizada en el Salmo 51 para “corazón humillado”. (Nota del traductor: “observar” en Nehemías 2:15 se refiere a una observación profunda, inquiriendo y escudriñando, abriendo y desmenuzando para descubrir la realidad. En ese sentido, se asemeja al corazón humillado y quebrantado que realiza una introspección profunda, según viene tratando el predicador).
Algunos podrían pensar que Nehemías se sentó y lloró cuando él dijo: “me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.” (1:4). Sin embargo, su llanto y la confesión fueron solo el comienzo del quebrantamiento. El corazón del profeta no se quebrantó por completo hasta que él vino a Jerusalén, vio las ruinas y se puso a hacer algo al respecto. Se corrió la voz cerca y lejos de que “viniese alguien para procurar el bien de los hijos de Israel” (2:10).
Nehemías montó un asno y recorrió el exterior y “vio las ruinas”. En hebreo esto significa: “su corazón se rompió en dos formas”. “Se rompió” primero con angustia sobre los muros destruidos – sin embargo, ¡también explotó con la esperanza de reconstruirlos! Esto caracteriza el verdadero corazón quebrantado: es el que ve a la iglesia y a las familias en ruinas, y siente la angustia del Señor, y desea hacer algo al respecto.
Un corazón como este se aflige con el oprobio y reproche sobre el nombre del Señor. Observa profundamente en su interior y ve su propia vergüenza y fracaso. Pero todo este quebrantamiento conduce a otro elemento: esperanza. El verdadero corazón quebrantado ha oído de Dios: “yo te sanaré, te restauraré y te construiré. Vamos a deshacernos de la basura y a ponernos a trabajar en reparar las brechas.”
Años atrás, caminé por la calle Times Square, llorando y lamentándome a causa de todo el mal que vi en las calles. Me volví a mi casa en Texas y seguí llorando y lamentándome por más de un año. Entonces Dios dijo: “David, anda y haz algo respecto de toda esa ruina” Yo había llegado y visto la destrucción, pero no fui completamente quebrantado hasta que me moví con la esperanza de comenzar a reconstruir el muro.
¿Has comenzado a “ver la ruina” en tu vida? Cuando veas a Cristo en toda su gloria, la visión de él te hará pedazos. El quebrantamiento significa la total destrucción de toda la fuerza y capacidad humana. Sin embargo también significa reconocer esto: “ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora.” (Daniel 10:11). Es la profunda convicción de que las cosas cambiarán – que vendrá sanidad y restauración. Amado lector, tus ruinas serán restauradas por Dios.
Hasta que te apoderes de esta esperanza, no tendrás más que tus lágrimas. Tu vida puede parecer un montón de escombros, con montículos de derrota – lugares bajos que necesitan reparación. Pero tú tienes las herramientas de Dios en las manos. Y sobre ti hay un gran letrero puesto por la propia mano del Señor que dice: “DIOS TRABAJANDO. ¡Cuidado enemigos!”
Ora esta oración conmigo: “Dios, sé que tú estás trabajando en mi y en todas mis pruebas. Por lo tanto, Satanás no tiene poder sobre mí. No se deteriorará mi confianza. Sé que no caeré. Mi pecado es grave, pero me he arrepentido. Ahora es el tiempo de levantarse y reconstruir.” ¡Amén!