Un Corazón que Puede Dicernir los Tiempos
Cuando la economía colapse, se pierdan los empleos y se acumulen las facturas, ¿qué necesitará la gente? ¿Ser parte de una iglesia agradable y de rápido crecimiento, oyendo mensajes sobre cómo disfrutar la vida? No, ellos necesitarán respuestas. Necesitarán a alguien con autoridad que pueda interpretar lo que está sucediendo a su alrededor, alguien que pueda leer los tiempos. Y necesitarán una palabra del cielo para mantener sus corazones y sus mentes en la paz de Dios.
Jesús, aunque era Dios en carne, enfrentó al diablo como un hombre con poder del Espíritu. Él no luchó contra Satanás de ninguna otra forma. Los discípulos de Jesús tenían el mismo poder: “Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 10:1) “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo” (Lucas 10:19).
El apóstol Pedro era hecho de carne y hueso, al igual que el resto de nosotros, pero ejercía autoridad espiritual sobre el diablo. Le dijo al hombre cojo en la puerta del templo: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6). El hombre fue sanado instantáneamente y los líderes religiosos de la época reconocieron un gran poder en Pedro. Le preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” (4:7).
En ninguna parte de la Biblia vemos alguna sugerencia de que este mismo poder no sea para nosotros hoy. ¿Qué clase de Dios daría poder a su pueblo en el desierto cuando lo necesitaran y daría tal valor a las multitudes en Pentecostés y luego lo retendría de su iglesia de los últimos días, cuando lo necesitamos más que cualquier generación?
Dios confía su autoridad divina sólo a lo que Pedro llama “el [atavío] interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible” (1 Pedro 3:4). Pablo dice: “El [hombre] interior no obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16). Aunque el hombre externo siempre está expuesto delante de los demás, el hombre interior es conocido sólo por Dios. El Espíritu Santo está constantemente obrando en él, fortaleciéndolo y preparándolo para recibir autoridad espiritual.
Amado, tú estás siendo entrenado y madurado en la misericordia de Dios y estás aprendiendo a crecer en tu hombre interior. Confía en su palabra en cada crisis, y camina en tu autoridad espiritual.