UN ENFOQUE EXTERNO
“Bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que…cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solo; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta…Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos” (Filipenses 4:14-20).
Como cristianos, a menudo pensamos acerca de la generosidad; planificamos generosamente y damos generosamente a nuestra familia, a nuestros cónyuges, a nuestros amigos, a nuestros vecinos, a nuestra iglesia y a otras caridades. Pero Pablo se estaba refiriendo a esto en el contexto de un secreto; un secreto que algunas personas no saben acerca del poder de la generosidad.
Pablo estaba diciendo: “Yo nunca busqué el regalo que ustedes me dieron. Siempre he buscado aquello que veo que está obrando en ustedes, cuando me lo entregan”.
¿Ves la diferencia allí? Él pudo haber dicho: “Esos 50 dólares que ustedes me dieron, van a comprarme alimentos por tres semanas. ¡Alabado sea el Señor!”.
Estoy seguro de que él podría haber estado agradecido por ese hecho, pero ¿sabes lo que estaba pasando por su mente? Él pensó: “¡Alabado sea Dios! El Evangelio está obrando en ustedes porque ya no están enfocados en ustedes mismos. No están viviendo en ansiedad, aferrándose a las cosas. Ni siquiera están viviendo en división entre ustedes. ¡Están dando a la gente! Están viviendo sus vidas con un enfoque externo y están haciendo cosas que nunca harían si el Evangelio no se hubiera arraigado en sus corazones”.