UN HAMBRE CRECIENTE POR JESÚS
El apóstol Pablo fundó una iglesia en Corinto; y mientras estaba en un viaje a Éfeso, escribió una carta a la iglesia.
La iglesia de Corinto estaba cediendo a diversos principios, luchando con el pecado. A pesar de esto, Pablo fue tan amable al principio de la carta; alentándolos en lugar de reprenderlos.
“Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios … a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:1-9).
Pablo le dice a la iglesia que todos los días, él agradece a Dios por ellos (1 Corintios 1:4). ¡Pero él menciona a Jesucristo tantas veces! De hecho, lo menciona diez veces en los versículos anteriores: Él está absolutamente obsesionado con Jesús, quien estaba tan vivo en su corazón.
¿Tienes hoy, más hambre de Jesús que hace cinco años? ¿O incluso que la semana pasada? ¿Estás tan obsesionado con él, como lo estaba Pablo, que tus pensamientos y acciones son afectados? Si no es así, pídele al Espíritu Santo que ponga dentro de ti, un hambre de tener una mayor intimidad con Jesucristo.