UN HOMBRE CONFORME AL CORAZÓN DE DIOS

Nicky Cruz

Aun cuando era un niño, David conocía el poder y la protección de Dios. Los adultos se empequeñecieron al ver a Goliat, el gigante, pero David no. Se enfrentó al gigante con nada más que una honda en la mano y lo derribó. Se enfrentó a leones usando solamente sus manos y a osos con nada más que una lanza. ¡Dios tomó a un niño de campo, pequeño e insignificante, un pastor, y lo convirtió en un poderoso rey guerrero!

Ningún gobernante tuvo la clase de amor y respeto como el que David disfrutó. Las personas lo adoraban, sus sirvientes le obedecían sin cuestionar, sus mujeres cumplían cada necesidad y deseo. ¿Qué hombre ha vivido con tal bendición, tal favor, tal gracia y aprobación del Creador?

Sin embargo, todo eso palidecía en comparación con su relación con Dios. Él amaba a Dios con pasión y le adoraba con abandono. Incluso en medio de sus muchos deberes, David pasaba horas escribiendo canciones y poemas a Dios, cantándole desde su corazón, buscando al Creador del universo como cuando se busca a quien se ama. Todo el oro, la plata y las riquezas del mundo no significaban nada para David en comparación con su relación con Dios. Ese era el secreto de su poder. Eso era lo que hizo de David un gobernante y rey tan formidable.

David sabía muy bien que no podía hacer nada sin Dios. Él sabía que Dios le proveía la fuerza a su cuerpo, la sangre a sus venas, la sabiduría a su mente, y el coraje a su corazón.

“Dios es el que me ciñe de fuerza", escribió David, "y quien despeja mi camino. Quien hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas; quien adiestra mis manos para la batalla, de manera que se doble el arco de bronce con mis brazos. Me diste asimismo el escudo de tu salvación, y tu benignidad me ha engrandecido. Tú ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado. Perseguiré a mis enemigos, y los destruiré, y no volveré hasta acabarlos. Los consumiré y los heriré, de modo que no se levanten; caerán debajo de mis pies. Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; has humillado a mis enemigos debajo de mí” (2 Samuel 22:33-40).

 

 

Nicky Cruz, evangelista internacionalmente conocido y prolífico autor, se volvió a Jesucristo de una vida de violencia y crimen después de encontrarse con David Wilkerson en la ciudad de Nueva York en 1958 La historia de su dramática conversión fue contada por primera vez en el libro “La Cruz y el Puñal” escrito por David Wilkerson y más tarde en su propio best seller “Corre, Nicky, Corre”.