UN PUEBLO AUTOSUFICIENTE
El apóstol Pablo escribió: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). La frase “hijos de Dios” se usa a menudo para describir a los creyentes, pero las palabras se pueden usar de manera muy ligera, con poco entendimiento del poder y la profundidad de su verdadero significado.
Ser un hijo de Dios significa simplemente ser dependiente de Dios; es decir, “alguien que no puede existir o funcionar sin ayuda”. El hijo de Dios sabe que no puede controlar su propia vida sin la ayuda diaria del Señor.
Muchos pecadores son personas autosuficientes que se ven a sí mismos como grandes triunfadores, personas que pueden hacer mucho. Predican que cualquier cosa que la mente pueda concebir, lo puede lograr; que, con la actitud mental correcta, una persona puede hacer cualquier cosa.
La iglesia ha sido inundada con libros de autoayuda de todo tipo, muchos sobre cómo ganar tu propia victoria sobre ti mismo, la duda, el miedo y la soledad. Muchos en la iglesia creen que, si tienes la fórmula correcta, puedes resolverlo todo solo y solucionar tus propios problemas. Esta actitud dice: “Dios, me diste una buena mente, así que voy a pensarlo y lo resolverlo”.
Jesús una vez encontró a sus discípulos discutiendo entre ellos sobre cuál iba a ser el más grande en el reino de Dios y les dio una lección. “Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:2-3).
Jesús estaba diciendo: “Olvídense de quién será el mayor. Deben volver a pensar en su relación conmigo y aprender a caminar en esta vida”. Este niño representaba una vida de total dependencia, porque los niños no pueden cuidarse a sí mismos adecuadamente.
¿Has aprendido a depender totalmente de la guía del Espíritu Santo? ¡Ven a él como un niño pequeño y él revolucionará tu pensamiento!