Un Remedio para la Enfermedad del Alma
Quiero hablarte sobre la "enfermedad del alma". Esta es causado por una avalancha de problemas que vienen sobre ti. El rey David clamó: “Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy de llamar” (Salmos 69:1-3).
Los problemas llegaron a David con tanta fuerza que pensó que colapsaría. Él oró: “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo" (Salmos 31:9).
Algunas personas en este momento se enfrentan a una avalancha de temores. Multitudes de ancianos viven en hambruna. Los padres lloran por sus hijos que son arrastrados por amigos adictos a las drogas y al alcohol. Las parejas tienen cuotas hipotecarias que van en aumento, matrimonios con problemas, cuentas acumuladas. La causa fundamental de la enfermedad del alma es cuando tus problemas continúan y continúan, cuando los eventos empeoran, cuando tu alma clama a Dios por ayuda y parece que no hay respuesta. La enfermedad del alma es conocer al Señor, amarlo, orar y hasta derramar lágrimas; y aún así pareciera que él no está allí.
David dijo que sus problemas se volvieron tan abrumadores y su alma estaba tan abatida que "ni siquiera puedo hablar". En otras palabras: “He llorado tanto que no quedan lágrimas. Todo lo que puedo ver ahora es desesperación en los días venideros". Si te identificas con esto, tengo noticias esperanzadoras para ti. Aquí hay verdades bíblicas simples que pueden sanar la enfermedad del alma:
- Sigue orando, incluso cuando la situación empeore. Dios va a responder a su tiempo, de formas que no podrías imaginar. La parte más difícil de la fe es la última media hora antes de que llegue la respuesta.
- ¡No te enojes con Dios! Toda incredulidad e impaciencia da a entender que el Señor te ha elegido entre las masas del mundo y te ha convertido en un objeto de crueldad y acoso. ¡Dios no lo quiera! Si él cerrara su oído a tu clamor, él sería un fraude; y él no lo es. Él es tu Padre todopoderoso, amoroso y perdonador.
Sacúdete del temor porque es un tormento. En cambio, descansa en sus promesas. Todas las cosas les ayudan a bien a los que aman a Dios y son llamados conforme a su propósito. Míralo a él. ¡Dios nunca te fallará!