UN SOLO PASO

David Wilkerson

¿Es posible amar realmente al Señor, tener un corazón para Dios, invertir tiempo y dinero en Su obra, poner a Dios primero que todo, dedicarse a Él, y todavía tener áreas de desobediencia a la clara Palabra de Dios?

Salomón quería con todo su corazón la sabiduría divina y el discernimiento para conocer la diferencia entre lo bueno y lo malo. Dios se le apareció en un sueño y le dijo: “Pide lo que quieras que yo te dé” (1 Reyes 3:5). A Salomón se le dio un “corazón entendido…para discernir entre lo bueno y lo malo” (3:9). Pero Dios agregó esta advertencia: “Y si anduvieres en mis caminos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo alargaré tus días” (3:15). ¡Salomón escuchó un poderoso mensaje de Dios mismo! Tenía los mensajes de su padre David todavía resonando en su mente y también el ejemplo del pecado de su padre y el juicio subsecuente. Tenía la ley y los jueces, incluidos Débora, Samuel y el profeta Natán. David le advirtió: “Guarda los preceptos de Jehová tu Dios…observando sus estatutos y mandamientos…de la manera que está escrito en la ley de Moisés” (1 Reyes 2:3)

Salomón conocía la Palabra de Dios, y como resultado de todo lo que Dios le reveló… ¡escribió mas de mil cantares y tres mil proverbios! En sus proverbios, el advirtió acerca del poder de la mujer extraña: “Mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte; sus pasos conducen al Seol” (Proverbios 5:4-5). ¡Oh, como conocía la Palabra de Dios! Cuán bueno era al predicarla a otros. Líderes mundiales venían a consultarle a él. Pero así de sabio, con poder de discernir y bendecido por Dios como era, todavía se aferraba a áreas de desobediencia en su vida.

Salomón dio un solo paso de desobediencia que eventualmente lo convirtió en un hombre endurecido, a prueba de sermones y guiado por sus deseos. Consideró que era tan solo un pequeño desliz cuando tomó a la hija de Faraón como su esposa, para él era solo un casamiento por conveniencia. Él “tomó la hija de Faraón, y la trajo a la ciudad de David” (1 Reyes 3:1). ¡Ella era la mujer extraña contra la cual Salomón advertía en Proverbios, la mujer cuya puerta guía al infierno! La hija de Faraón representa ese solo cordón que todavía te sujeta a algo de este mundo, un solo, único pecado asediante que no ha sido rendido: ¡Esa sola transigencia que siempre parece ser justificable!