Un Vistazo al Cielo
¿Dónde está el cielo ¿Qué haremos cuando lleguemos? Bueno, no sabemos dónde está el cielo, pero sí sabemos que se acerca un cielo nuevo, así como una tierra nueva.
En el cielo, aprenderemos cosas que simplemente no puede contener la mente humana aquí en la tierra. Tendremos acceso a la mente del mismo Cristo, que es ilimitada. E indudablemente nos enseñará sobre todas las cosas eternas.
Considera por un momento el aparente infinito que vemos en el espacio. Se dice que nuestro propio sistema solar tiene al menos ocho mil millones de kilómetros de diámetro y, sin embargo, es un mero punto en el universo. Los descubrimientos científicos muestran que hay sistema tras sistema tras sistema, aparentemente sin fin. Es absolutamente asombroso para la mente.
Incluso mientras nuestro sistema solar corre a través del espacio, girando alrededor del sol, muchos otros sistemas también se mueven unos sobre otros. Y todo está teniendo lugar de acuerdo con el orden divino del Señor. Es lógico, entonces, que en el cielo vamos a hacer cosas que son incomprensibles para nuestras mentes humanas.
Pero lo mejor de todo es que estaremos con Jesús. El apóstol Pablo escribió: “Confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Corintios 5:8). Según Pablo, el cielo, estar en la presencia del Señor por toda la eternidad, es algo que debemos desear con todo nuestro corazón.
Jesús describe una gran reunión, cuando los ángeles “juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31). Millones de hijos glorificados de Dios cantarán hosannas al Señor. ¡Qué sonido de victoria y alabanza será: multitudes de huérfanos clamando: “¡Padre! ¡Padre!” Imagínate el semblante de deleite en el rostro de Jesús: “Porque de ellos es el reino de Dios”, él ha declarado.
Luego vienen los mártires, aquellos que una vez clamaron por justicia en la tierra, clamando: “¡Santo, santo, santo!” Entonces surge un gran rugido, un sonido nunca antes oído, a medida que multitudes de todas las naciones y tribus danzan con gozo y cantan: “¡Victoria en Jesús!” Cuando Pablo fue arrebatado al cielo, “oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Corintios 12:4). Pablo dijo que estaba perplejo por lo que oyó allí, y yo creo que él estaba escuchando un adelanto del canto y alabanza a Dios por parte de aquellos que se regocijarán en su presencia para siempre.