Una Comunión Más Profunda con Dios
Enoc disfrutó de una estrecha comunión con el Señor. De hecho, su comunión con Dios fue tan íntima que el Señor lo trasladó a la gloria mucho antes de que su vida en la tierra hubiera terminado. “Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios” (Hebreos 11:5).
¿Por qué eligió el Señor arrebatar a Enoc? La palabra inicial de este versículo nos dice claramente que fue debido a su fe. Además, la frase final nos dice que la fe de Enoc agradó a Dios. La raíz de esta palabra “agradar” en griego aquí significa en total comunión, en total acuerdo, en total unidad. En resumen, Enoc tuvo la comunión más cercana posible con el Señor que cualquier ser humano podría disfrutar después de la caída; y esta comunión íntima fue agradable a Dios.
La Biblia nos dice que Enoc comenzó a caminar con el Señor después de engendrar a su hijo Matusalén. Enoc tenía sesenta y cinco años en ese momento. Luego pasó los siguientes 300 años en comunión íntima con Dios. Hasta donde se sabe, este varón nunca hizo un milagro ni tuvo una teología profunda; nunca hizo grandes obras dignas de mención en las Escrituras.
Más bien, leemos esta simple descripción de la vida del hombre fiel: “Enoc caminó con Dios”.
Hebreos deja en claro que Enoc estaba tan en contacto con el Padre, tan cerca de él en una comunión a cada hora, que Dios eligió llevarlo a casa con él. El Señor le dijo a Enoc, en esencia: “No puedo llevarte más lejos en la carne. Para aumentar mi intimidad contigo, tengo que traerte a mi lado”. Así que se llevó a Enoc a la gloria.
¿Con qué frecuencia oramos por ese nivel de comunión más profunda con Dios? ¿Con qué frecuencia anhelamos reunirnos con Dios? La vida de Enoc es un testimonio maravilloso de lo que significa andar verdaderamente en la fe; y debería inspirarnos a la oración y al deseo.