UNA CRISIS DE FE
Jesús podía ver de antemano una crisis de fe cuando el pregunto “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Nuestro Señor sabía que muchos perderían su fe en los últimos días. Pablo habló de esto también, escribiendo, “Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios. (1 Timoteo 4:1) De hecho, Pablo le advirtió a Timoteo que se mantenga firme a su fe porque muchos creyentes “naufragaron en cuanto a la fe” (1 Timoteo 1:19).
Pedro también advirtió que una crisis de fe tomaría lugar en los últimos días. Él nos asegura, sin embargo, que aquellos que se aferren firmemente de su fe “sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final” (1 Pedro 1:5). El añade “Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que, sometida a prueba vuestra fe ...se prueba con fuego...” (1:6-7).
Pedro se dirigía a gente que había pasado por pruebas tras pruebas. Él les dijo en esencia: “Solo el Señor sabe lo que se necesita para producir en nosotros fe mas preciosa que el oro. Ahora mismo, él está usando nuestras pruebas para hacer eso.”
Muchos grandes siervos de Dios a través de la historia pasaron la prueba y se convirtieron en gigantes de la fe. Durante los tiempos más peligrosos y atemorizantes, estos santos se mantuvieron creyendo. Sus vidas han sido un testimonio duradero de la fidelidad de Dios, y en Hebreos 11 se mencionan muchos de ellos: Enoc, Noe, Abraham, Sara, Jacob entre otros.
Sin embargo, hay muchos otros tristes casos de creyentes que han fallado en su tiempo de crisis. El plan de Dios para ellos era el mismo que para aquellos que soportaron las pruebas fielmente. Pero estos siervos tambalearon en sus pruebas, desobedeciendo a Dios y apartándose de la fe.
El rey Solomon y el apóstol Pablo enfrentaron crisis de fe, uno falló la prueba, pero el otro la pasó y se convirtió en ánimo y aliento para muchas generaciones.
Salomón fue bendecido con todo lo que una vida de servicio a Dios tenía para ofrecerle: una herencia piadosa, un llamado de Dios sobrenatural, y un encuentro personal con el Señor. Aún más, el Señor lo bendijo con sabiduría que sobrepasaba toda la sabiduría de este mundo. Su unción era visible a todos, él era reconocido y admirado por todo el mundo. El templo que el construyó en Jerusalén es reconocido como la mas grandiosa estructura religiosa hasta este día. Adicionalmente, Salomón escribió miles de proverbios y canciones. El era muy exitoso en todo lo que ponía sus manos.
A causa de todas estas grandes bendiciones: “Para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de parte de todos los reyes de los países adonde había llegado la fama de su sabiduría” (1 Reyes 4:34). Uno de estos impactados visitantes fue la Reina de Saba. Ella quedó sin aliento por la devoción de Salomón a la casa de Dios. Ella estaba maravillada por la felicidad extendida a toda la gente en su reino. A sus ojos, el reino de Salomón era un paraíso, el cielo en la tierra.
Miles de personas servían a Salomón para darle vida a sus brillantes planes. Él se jactaba de que cada deseo, anhelo, y placer que tenía, había sido complacido. ¿Entonces, porque este hombre de Dios terminó diciendo que todo en esta vida era vacío y vano? ¿Por qué él dijo que el hombre no era mayor que una bestia y qué moría de la misma manera que muere un perro? “Miré luego todas las obras de mis manos y el trabajo que me tomé para hacerlas; y he aquí, todo es vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.” (Eclesiastés 2:11).
Algunos eruditos modernos no creen que esas fueron palabras de Salomón. Ellos decían que un hombre rico escribió Eclesiastés usando el nombre de Salomón para hacerlo valido. Otros piensan que hubo dos autores, uno tenía una un punto de vista negativo acerca de la vida, y el otro positivo. Yo creo, junto con muchos de los padres de la iglesia, que Salomón fue “…El Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.” (1:1), quien concluyó, “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (1:2). ¿Como llegó él a tener una perspectiva tan negativa?
Salomón fue un siervo de Dios que comenzó bien. El sacó del ministerio del templo a Abiatar, el sacerdote infiel, y lo reemplazó con el sacerdocio justo de Sadoc. Salomón caminó en los estatutos de Dios, orando humildemente: “Yo soy joven y no sé cómo entrar ni salir” (1 Pedro 3:7). Cuando terminó de construir el templo, el oró que fuera una casa de arrepentimiento y perdón, de oración y suplica.
Después de todas estas acciones tan devotas a Dios, las cosas cambiaron. Podemos leer: “Cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres le inclinaron el corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era ya perfecto para con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David… e hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, pues no siguió cumplidamente a Jehová como su padre David… Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces.” (1 Reyes 11:4, 6, 9).
Salomón atravesó una crisis de fe, pero ¿cuál fue su crisis?
“Pero el rey Salomón amó, además de la hija del faraón, a muchas mujeres extranjeras, de Moab, de Amón, de Edom, de Sidón, y heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: «No os uniréis a ellas, ni ellas se unirán a vosotros, porque ciertamente harán que vuestros corazones se inclinen tras sus dioses». A éstas, pues, se juntó Salomón con amor.” (1 Reyes 11:1-2). Dios le dio a Salomón un mandato directo de no casarse con mujeres de naciones paganas, pero Salomón hizo exactamente lo contrario, y terminó teniendo 700 esposas y un harén de 300 concubinas. El se rehusó a dejar su lujuria sexual.
Me pregunto: Cuántas veces el Espíritu de Dios le habrá advertido a Salomón: “Conoces la Palabra de Dios para tu vida. Detente de hacer eso ahora mismo?”. Esto le habrá pasado a Salomón cada vez que él se conseguía una nueva esposa. Con el tiempo, el rey de volvió sordo a las advertencias del Señor. Y pronto él desobedecía el mandamiento de Dios por voluntad propia, sin ningún sentimiento de convicción o pesar. Eventualmente se fue tras los ídolos y dioses de sus esposas. “y (Dios) le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; mas él no guardó lo que le mandó Jehová.” (11:10).
Cualquier cristiano que no abandone un pecado dominante eventualmente se inventará su propia doctrina para justificar su conducta. Así es como un rey tan sabio, inteligente y humilde cayó y se apartó tan lejos. La fe es más que confiar que Dios nos bendiga y nos proteja. Fe también significa creer que Dios juzga fielmente toda desobediencia abiertamente voluntaria. A menudo suelo oír: “Ahí va un extraordinario hombre de fe. El cree que Dios hace grandes cosas.” Pero ese hombre no tiene fe verdadera si es que el no cree que Dios ejerce juicio justo a causa de la desobediencia.
Al final, Dios juzgó a Salomón por su falta de fe: “Entonces Jehová dijo a Salomón: «Por cuanto has obrado así, y no has guardado mi pacto y los estatutos que yo te mandé, te quitaré el reino y lo entregaré a tu siervo” (11:11).
Ese mismo juicio viene a todo aquel que es engañado por un estado mental como el de Salomón. Aquellos que creen que Dios no va a juzgar y condenar su pecado, entonces ellos se complacen voluntariamente en sus placeres y lujurias de toda clase y descripción. Como Salomón, terminan llamando a lo bueno malo y a lo malo bueno y haciendo doctrinas para justificar su pecado. Terminan convirtiendo la gracia de Dios en lascivia.
Contrario a Salomón, Pablo pasó la prueba en su crisis de fe.
Pablo fue uno de los siervos mas probados que haya vivido. Dondequiera que el iba, se enfrentaba a pruebas y sufrimiento. El escribió: “...el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio de que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hechos 20:23). Pablo estaba diciendo: “No sé qué vendrá mañana, pero sí se que el Espíritu Santo me está guiando. Él es fiel en prepararme, advirtiéndome: «el sufrimiento me espera en cada ciudad que vaya.»”
A pesar de todo, Pablo mantuvo su poderoso testimonio: “Pero de ninguna cosa hago caso ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).
Satanás mantenía firmemente sus ataques, pero Pablo nunca renunció al ministerio que Cristo le había dado. El diablo no pudo asustarlo ni hacerlo huir. Pablo nos anima a nosotros a tener la misma actitud: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:5).
Amado santo, Dios esta buscando esta clase de testimonio. Él quiere una compañía de Pablos que testifique de su fidelidad aún cuando el mundo da vueltas sin control. En medio de todo el caos, estos siervos se mantienen firme en su fe, listos para contestar cuando la gente pregunte: “¿Que haremos? ¿Hacia donde vamos?”
La obediencia de ellos levanta un testimonio poderoso de la fidelidad de Dios. El ejemplo de Pablo le grita a un mundo incrédulo: “¡Tú eres fiel, Jesús!” Como él, cada siervo fiel tiene su bendición esperándole: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (4:7-8) Que este también sea nuestro testimonio, de guardar la fe en estos últimos días. ¡Amen!