UNA ESCUELA DE ADORACIÓN
¿Cómo sacó Dios a los hijos de Israel de Egipto? Tuvo que ponerlos en un horno de sufrimiento para llevarlos al punto donde clamaran: “¡Basta de esto! Ya no quiero estar aquí”. Entonces, cuando llegó la hora en que Dios dijera: “Vayan”, estaban listos para desarraigarse y moverse a Su Tierra Prometida.
Dios nos ayude a separarnos del espíritu materialista de este siglo y a transferir todo nuestro afecto a la Nueva Jerusalén.
Isaías profetizó que el mundo que Dios estaba creando es un lugar de alabanza, donde sus habitantes se regocijan. “Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo” (Isaías 65:18). La palabra Hebrea para “crear” en este versículo significa “traer a la existencia”. ¿Ves lo que Isaías está diciendo? Dios está creando no sólo un mundo nuevo, sino también un pueblo especial. Está trayendo a existencia, una novia que no sólo ha sido apartada de este mundo, sino que también ha aprendido a salir de las pruebas a través de la alabanza.
El hecho es que nuestros sufrimientos presentes conforman una escuela de adoración. Y todas las formas que estamos aprendiendo a alabar a Jesús, especialmente en nuestras pruebas, son un entrenamiento para ese día glorioso. ¿Qué quiere decir esto para los cristianos que viven con agitación y preocupación constantes? ¿Cómo pueden los que viven como si Dios estuviese muerto repentinamente saber cómo salir de sus pruebas a través de la alabanza?
Es muy importante cómo reaccionamos en nuestra prueba presente. Cuando Israel estuvo en su hora de gran sufrimiento, perdió la esperanza. Ellos decidieron que no podían aguantar más, así que simplemente se sentaron en el polvo. Aquí estaba el pueblo de Dios, con promesas sólidas como roca, sin embargo se sentaron allí con una cadena alrededor de sus cuellos.
Igualmente hoy, algunos cristianos se dan por vencidos en este punto. Ellos no abandonan su fe, pero dejan de buscar a Jesús con todo su corazón, pensando: “No puedo vivir bajo esta clase de intensidad. Parece que mientras más me acerco a Cristo, más sufro.” Se preguntan cómo es que Pablo pudo decir: “Me gozo en lo que padezco” (Colosenses 1:23-24).
Así es exactamente cómo Pablo pudo hacer tal aseveración: Él fue llevado al cielo y vio la gloria que nos aguarda. Debido a lo que vio, Pablo pudo abrazar sus pruebas y aflicciones en esta vida, aprendiendo a alabar a Dios a través de cada odisea. Estaba determinado a aprender a estar contento sin importar su situación, y empezó a practicar la alabanza en preparación para el mundo por venir.