UNA IGLESIA MÁS SALUDABLE

Gary Wilkerson

Pablo, pastor, anciano y apóstol, había iniciado una iglesia en Corinto. Él cuidaba profundamente a las personas de su congregación y les envió un mensaje especial: “Si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:3).

A menudo, Pablo enseñaba sobre asuntos doctrinales, pero en esta ocasión, él estaba hablando directamente a la “familia”, las personas que se reunían localmente. Él les estaba pidiendo que se convirtieran en creyentes sanos, y quería asegurarles que él los amaba más allá de toda razón; tal como deberían amarse los unos a los otros. El mundo está lleno de división y rechazo, por lo que los nuevos creyentes necesitan encontrar algo completamente diferente en la iglesia.

Para algunos, es más fácil amar a los habitantes de África, India o China que amarse unos a otros en el cuerpo de tu iglesia. La gente tiene problemas y no siempre son fieles, amorosos y compasivos. Así que, a veces es difícil permanecer en el amor de Cristo por ellos, pero eso es lo que Dios nos está llamando a hacer. Y de eso está hablando Pablo. Te puedes agotar evangelizando en tu ciudad con la pasión y el celo de un misionero, pero si no amas a los que te rodean, nada de eso es efectivo.

Podemos lograr que la gente se convierta al cristianismo, pero en nuestros corazones debemos tener amor el uno por el otro. Yo anhelo que todos los cristianos tengan una pasión evangelística para alcanzar a los perdidos, a los pobres y a los necesitados, pero también anhelo verlos llenos de amor. Cuanto más nos esforcemos seriamente por ser el Cuerpo de Cristo del cual Pablo está enseñando aquí, más saludable se volverá la iglesia y, asimismo, más saludables se volverán los nuevos discípulos.

La salud es contagiosa, así como lo es la enfermedad, así que esforcémonos por esparcir el amor y el gozo del Señor a quienes nos rodean.