Una Paz para Vencer todas Nuestras Preocupaciones
“La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27).
Sabemos que Cristo era capaz de enojarse y, a veces, se conmovía hasta las lágrimas. Pero sobre todo, llevaba su vida en la tierra como un hombre de paz. Tenía paz con el Padre, paz frente a la tentación, paz en tiempos de rechazo y burla. Incluso tenía paz durante las tormentas en el mar, durmiendo en la cubierta del barco mientras otros temblaban de terror.
Los discípulos habían escuchado a hombres llamar diablo a su Señor y los líderes religiosos lo señalaban como un fraude. Algunos grupos incluso conspiraban para matarlo. Sin embargo, a pesar de todo, Jesús nunca perdió la paz. Ningún hombre, ningún sistema religioso, ningún diablo podría robarle su paz.
Todo esto debe haber causado discusión entre los discípulos: “¿Cómo podía dormir en una tormenta? ¿Qué clase de paz es esa? ¿Y cómo podía estar tan tranquilo cuando esa multitud estaba a punto de arrojarlo por un acantilado? La gente se burla de él, lo insulta, le escupe, pero él nunca se defiende. Nada le molesta”.
Cuando Jesús les prometió a estos hombres la misma paz, los discípulos deben haberse mirado unos a otros con asombro: “¿Quiere decir que vamos a tener la misma paz que él tiene? ¡Esto es increíble!”
Jesús les dijo: “No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (14:27). En esta misma escena, Jesús prometió darles a los discípulos el Espíritu Santo. Cristo explicó: “El Espíritu Santo los acompañará a través de lo que van a enfrentar. Él será su amigo y les permitirá experimentar esta paz que les doy”.
Jesús acababa de enseñarles a estos hombres: “Si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo” (14:3). Pero la promesa de Jesús de volver no les levantó el ánimo. Me imagino a Pedro diciendo: “¿Quién necesita un lugar elegante para vivir? Necesito un empleo. Tengo una familia que alimentar”
Jesús sabía que los discípulos necesitaban el tipo de paz que los ayudaría a superar todas y cada una de las situaciones. Y él nos está diciendo, tal como les dijo a ellos: “Necesitarán mi paz para soportar lo que se avecina. Consíganla ahora, antes de que las cosas empeoren. Mi Espíritu Santo mora en ustedes, así que pídanle mi paz. Él ha prometido anclar sus almas en cada tormenta”.