UNA VIDA ABUNDANTE
“El mal mensajero trae consigo desgracias; el mensajero fiel trae consigo el remedio” (Proverbios 13:17 RVC).
¿Un embajador fiel, qué trae? ¡Un embajador fiel trae salud!
¿Cómo es que alguien trae salud? ¿Puede una persona enferma traer salud? ¿Puede un corazón herido o alguien que no haya tratado con su propia condición de corazón traer sanidad a otros? ¿Qué tal alguien que está luchando con emociones que están fuera de control? ¿Ese tipo de misionero puede traer un evangelio saludable a una tierra extranjera? ¿A una ciudad como aquella en la que vives?
Cuando decimos: “Somos misioneros...” mi deseo es que seamos misioneros saludables. Que podamos traer salud, que podamos ser embajadores fieles.
Consideremos en qué vamos a ser fieles. Sí, en traer el evangelio al mundo que nos rodea y, sí, en traer ayuda a los necesitados. Pero a lo primero que debemos ser fieles es a la condición de nuestro propio corazón. Debemos llegar a tener un corazón fuerte y sano delante del Señor
¿No anhelas eso, amigo mío? ¿Simplemente no anhelas ser sano, santo, saludable y tener un fuerte bienestar espiritual en el interior? ¿No te gustaría despertar por la mañana y tener vida, gozo y paz; y la abundancia que Jesús ha prometido?
Él dijo: “He venido para que tengan vida y vida en mediocridad para que puedas vivir la vida pobremente y con heridas…y enojados…y preocupados”. ¡Espera! ¿Es eso lo que dijo Jesús? ¿O él dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10)?
¡Una vida abundante! ¡Saludable! ¡Plena! ¡Vigorosa! ¡Fuerte! ¡Valiente! Debemos esforzarnos por convertirnos en cristianos que reconozcan que este poder proviene de un corazón que ha sido sanado, que está siendo hecho saludable y completo en él, y sólo en él.