VALORES DEL REINO
Hasta hace pocos años, la separación era una característica definitoria de la Iglesia de Cristo. Separarse era un mandato claro de La Palabra de Dios y una parte del llamado de cada cristiano. Pero hoy parece haber muy poca distinción entre la Iglesia y el mundo. Esto es trágico, porque Dios ha apartado a Su pueblo para los propósitos de Su Reino, para ser instrumentos de cambio con el objetivo de marcar diferencia en el mundo.
Muchas iglesias hoy buscan cómo complacer al mundo. Ellos comprometieron el Evangelio de Cristo, y como resultado, muchos cristianos se han permitido ser conformados a los valores del mundo en lugar de conformarse a los valores de Jesús.
Esto no puede hacer feliz a Dios. Cuando las almas perdidas de este mundo enfrentan crisis serias en sus vidas y andan confusas, sin ningún recurso que les brinde esperanza, se supone que la Iglesia de Cristo debería ser quien marque la diferencia que esas almas están buscando. Nuestras vidas deben de estar caracterizadas por la esperanza, el gozo, la paz, el amor y el dar. Pero muchos seguidores de Jesús hoy en día han borrado esas distinciones deslizándose hacia una línea de transigencia, y a veces incluso cruzando esa línea. Como resultado, los perdidos y heridos ven que las vidas de los cristianos no son diferentes de las suyas.
Jesús se refirió a ello cuando le dijo a sus discípulos, en esencia: “El mundo me ve de una forma, pero Yo me he revelado a ustedes plenamente. Ustedes han visto que la paz que les ofrezco no la recibe el mundo. Les he demostrado los valores de mi Reino: cómo vivir, creer, caminar y servir al Padre. Estos valores contrastan completamente con los del mundo y ustedes deben vivir por los valores de mi Reino. Si satanás no tiene parte en Mí, él no puede tener parte en sus vidas tampoco” (Ver Juan 14:27)
Cuando Dios habla de separarnos del mundo, no se refiere a desaparecer del mundo. La separación que Él desea toma lugar en el corazón y se refleja en nuestros deseos, en lo que escogemos, en nuestro estilo de vida. Para toda una generación antigua de cristianos, estar separado significaba no tomar licor, fumar o salir a fiestas. Esas son cosas externas, pero Dios nos lleva aún más allá. Él está preguntándonos: “¿Está tu corazón aún ligado al mundo de tal forma que me haces a un lado? ¿Qué te trae paz y autoestima: lo que el mundo dice de ti o lo que Yo veo en ti?”