VESTIDOS DE HUMILDAD
“Todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5).
¡Qué increíble sería si todos los creyentes caminaran en humildad! ¡Qué atractiva sería la iglesia para un mundo perdido, herido y quebrantado, y cuán sanador sería para las personas que han sido heridas en la casa del Señor! Y, además, ¡qué maravilloso y glorioso sería para nuestro Padre ver a su iglesia vestirse con las vestiduras de humildad!
Algunos pueden pensar que ser humilde significa no ofender a los demás cuando, en realidad, esa es una acción que agrada al hombre en lugar de agradar a Dios. El mundo puede despreciar la humildad, pero como vemos en este pasaje, Dios exalta a los que caminan humildemente. No siempre es fácil caminar con humildad; de hecho, es imposible sin la gracia que Dios promete.
La humildad es necesaria para tener el derramamiento de las bendiciones de Dios. Lo opuesto a la humildad es una actitud dominante, una persona que siempre está al mando, siempre ejerciendo autoridad sin ningún tipo de misericordia o gracia. Pedro dice que debemos vestirnos de humildad. Siempre pensé que la humildad significaba despojarse de cosas, quitárselas, deshacerse de todo y quedar sin nada. Pero Pedro está diciendo que la humildad es ponerse ciertas cosas.
Una de las maneras de crecer en humildad es poner tu confianza completa en Dios. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (5:7). Es imposible echar tus preocupaciones sobre el Señor hasta que primero sepas que él es poderoso; tú no pondrías tus preocupaciones en Dios si pensaras que él va a fallarte o decepcionarte.
La humildad nos libera de la arrogancia de decir: “Yo puedo cuidarme a mí mismo” y nos permite confiar en la fuerte mano de Dios. Nos lleva a un lugar de paz, arraigados y establecidos en él. Determina hoy que vas a crecer en humildad al permitir que Dios se encargue de los eventos de tu vida. Humíllate ante él y, a su debido tiempo, él te exaltará (ver 1 Pedro 5:6).