Victoria Sobre las Tormentas Feroces
Sabemos que Jesús obtuvo la victoria para nosotros en el Calvario cuando derrotó a la muerte, a Satanás y al poder del pecado. La pregunta que queda para los creyentes es: “¿Y ahora qué? Sé que Jesús ganó mi victoria en la cruz, pero ¿dónde está su victoria para el conflicto que se está desatando en mi vida en este momento?
Cuando Jesús se convirtió en tu Salvador, él te hizo una nueva creación, pero aunque fuiste cambiado, el mundo siguió siendo el mismo. Y debido a esto, hay poderes que se alinean contra ti, el mundo, el diablo e incluso tu propia carne, que luchan contra tu espíritu.
Algunas batallas son externas, como los ataques a nuestro matrimonio, a nuestra economía, a nuestros hijos. Otras batallas son internas, como la preocupación, la depresión, la ansiedad. “¿Puede sobrevivir mi matrimonio?” “¿Alguna vez vendrá mi hijo al Señor?” “¿Soy acaso digno de llamarme cristiano?”. Todas estas presiones nos empujan hacia la duda y la desesperación, haciéndonos preguntarnos si Dios está en todo lo que está sucediendo en nuestra vida diaria.
Podemos tomar una posición contra Satanás y trazar una línea en la arena, por así decirlo, y aun así, no ver ningún progreso. Eso es lo que le sucedió a Israel cuando se enfrentaron a los filisteos. “Los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos” (1 Samuel 17:3). Saúl alineó a todos sus hombres para detener el avance de los filisteos, logrando una especie de enfrentamiento. Pero, ¿eso detuvo al enemigo? De ningún modo. De hecho, los filisteos sacaron un arma aun mayor en la persona de Goliat.
Todos conocemos la historia de Goliat, el gigante que se burló de los poderosos guerreros de Israel hasta que se sintieron consternados y avergonzados. Satanás usa las mismas tácticas contra nosotros, tratando de intimidarnos y avergonzarnos hasta que decimos con el joven conquistador, David: “Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla” (17:47). ¡No había espada en la mano de David, pero su gigantesco enemigo no tenía oportunidad porque la batalla era del Señor!
¡Jesús triunfó en la cruz y tu victoria está asegurada! Dios peleará por ti a medida que tú confías en él.