Un Avivamiento de Santidad

David Wilkerson (1931-2011)

Dios nunca es tomado por sorpresa por nada de lo que sucede en nuestro mundo. No le sorprende la terrible plaga de las drogas ni el baño de sangre del aborto. Entonces, ¿cuál es su respuesta en tiempos de confusión y depravación? ¿Qué propone él como antídoto contra la apostasía y el creciente poder demoníaco?

La respuesta de Dios es la misma que siempre ha sido: traer la victoria de Dios de una manera renovada. En los días de Nehemías, los muros de Jerusalén estaban en ruinas, la ciudad era literalmente un montón de piedras y la iglesia estaba totalmente en ruinas. Los poderes perversos que rodeaban a Israel los persiguieron severamente, burlándose de cada obra que intentaban emprender.

¿Cómo respondió Dios en tal tiempo de ruina? ¿Envió una milicia bien entrenada para ayudarlos? ¿Envió un guardia de palacio para herir a sus enemigos prominentes? No, Dios levantó a un hombre, Nehemías, que pasó su tiempo orando, ayunando y llorando, porque estaba quebrantado por la condición de Israel. Él también profundizaba continuamente en la Palabra de Dios, comprendiendo la profecía y moviéndose en el Espíritu. Él permanecía aoartado de toda la maldad que lo rodeaba y mantenía un andar santo con el Señor. Y, a su vez, el alma de todos los que lo escuchaban predicar era purificada.

Pronto un avivamiento de santidad barrió la tierra. “Y se purificaron los sacerdotes y los levitas; y purificaron al pueblo, y las puertas, y el muro” (Nehemías 12:30). La casa de Dios también fue purgada, con todo lo de la carne expulsado. Nehemías les dijo a los obreros del templo: “¡Saquen todo lo que tenga que ver con la idolatría o la sensualidad!”

Nehemías tenía la autoridad espiritual para traer de vuelta el temor de Dios al templo porque él había estado de rodillas, llorando, quebrantado, buscando el corazón de Dios. Y debido a esto, él pudo confesar los pecados de toda una nación: “Esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo… por los hijos de Israel” (Nehemías 1:6)

¡Amados, este es el concepto de avivamiento de Dios! Cada habitación de tu corazón que sea inmunda y no santificada debe ser barrida, no deben quedar lugares oscuros. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmos 51:10).

Proponte en tu corazón ser la persona de Dios que lleve a cabo el cambio en el mundo que te rodea.

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