Angustia Por el Pecado

David Wilkerson (1931-2011)

Muchos cristianos son amantes de Jesús, pero pecan contra la luz que se les ha dado. Han escuchado miles de sermones correctos, leen la Biblia diariamente durante años y han pasado incontables horas en oración. Sin embargo, han permitido que un pecado acechador permanezca en sus vidas y han cortado su comunicación con Jesús. Cuando el Espíritu Santo convence de un pecado que nunca ha sido tratado, viene con una advertencia: “¡Este pecado debe desaparecer! Yo no voy a coquetear con aquella licencia que tú te estas dando”.

El rey David pecó y el Señor lo expuso para que todo el mundo lo vea (lee la historia en 2 Samuel 11 y 12). Él sufrió muchos problemas externos y fue atormentado internamente, con miedo de que el Señor lo hubiera abandonado por completo: “Me has puesto en el hoyo profundo, en tinieblas, en lugares profundos” (Salmo 88:6). Cuando muchas ansiedades cayeron sobre David, él confesó: “Me acordaba de Dios, y me conmovía” (77:3).

David se angustió por el escándalo que había creado y su dolor por la vergüenza que había causado fue tan abrumador que le rogó a Dios: “Líbrame de todas mis transgresiones; no me pongas por escarnio del insensato” (39:8). Cada vez que despertaba estaba lleno de pensamientos de ser abatido por la ira y clamaba: “Jehová, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira” (38:1) Un contrito David clamó desde lo más profundo de su corazón: “Ten piedad de mí, oh Dios” (51:1); y el Señor se apresuró a perdonar y restaurar una dulce comunión con él.

Si tienes una sensación de fracaso y te has vuelto débil, enfermo del alma, casi desmayado, puede ser porque tu pecado ha cortado tu comunión con Dios. ¡Pero gracias a Dios por su misericordia! Él está implantando en tu espíritu un temor santo del Señor y eso es algo bueno. Cuando el Señor ve a uno de sus hijos luchando con algún pecado o esclavitud, él aparece en escena rápidamente para llevarlo de vuelta a un camino de obediencia y paz.

Ten la seguridad de que Dios ha prometido perdón por cada pecado: “Porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). Acepta este perdón y camina en renovada libertad y dulce comunión con tu Padre celestial.