La Esperanza de Nuestra Liberación Venidera

David Wilkerson (1931-2011)

Sentado solo en una cueva, el santo profeta Elías había renunciado por completo a la sociedad. Ahora, anciano, aislado y abatido, el profeta le rogó a Dios que lo matara porque estaba convencido de que esencialmente: “Esta nación se ha alejado demasiado. La iglesia se ha apartado sin posibilidad de restauración y todo líder es un títere del diablo. El avivamiento es simplemente imposible y no queda ninguna esperanza. ¡Ya fue suficiente, Señor!” (ver 1 Reyes 19:4).

Curiosamente, él cayó en un estado de desesperación sólo horas después de obtener la mayor victoria de su ministerio: Hacer caer fuego sobrenatural del cielo en una competencia contra los falsos profetas del dios pagano Baal. En una exhibición impresionante del poder todopoderoso de Dios, el sacrificio de Elías y los doce cántaros de agua que había derramado a su alrededor fueron consumidos. Y los israelitas descarriados que estaban presentes cayeron de rodillas, clamando: “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (1 Reyes 18:39).

El despertar por el que Elías había orado finalmente había llegado, o eso pensaba, y estaba lleno de energía para celebrar el mejor momento de la historia de Israel. Él estaba convencido de que el perverso rey Acab y su malvada esposa Jezabel lo escucharían y la adoración pura sería restaurada en la ciudad de Jezreel. En lugar de ello, incluso antes de regresar a la ciudad, un mensajero de Jezabel lo abordó y le notificó que de cierto estaría muerto “mañana a estas horas” (19:2).

A las veinticuatro horas de su increíble victoria en el Monte Carmelo, Elías estaba de vuelta en el desierto, temblando bajo un enebro. En su mente, todo había fracasado y todas sus esperanzas de renovación habían desaparecido. Ahora, cuarenta días después, lo encontramos en la cueva de una montaña, solo. Entonces la Biblia nos dice: “Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (19:9). Esa era la forma en que Dios preguntaba: “¿Qué te molesta?”

Elías descargó su corazón con el Señor, quejándose de que se sentía completamente solo (19:14). Dios le aseguró que había siete mil santos escondidos que compartían su misma carga. Ellos habían soportado debido a su esperanza en un día venidero de liberación.

Del mismo modo, hoy, la bendita esperanza de la iglesia es el pronto retorno de Jesús: ¡nuestra liberación! Dios tiene un remanente, personas reservadas para sí, que están completamente entregadas a él. ¡Si eres parte de ese remanente, tu bendita esperanza es el pronto retorno de Jesús!