Buenas y Malas Noticias
Alguien te ha dicho alguna vez: “Tengo buenas y malas noticias…¿Cuál quieres oír primero?"
Alguien te ha dicho alguna vez: “Tengo buenas y malas noticias…¿Cuál quieres oír primero?"
En medio de esta “remoción de todas las cosas” mundial, ¿cuál es la gran preocupación de Dios en todo esto? La Biblia nos dice que la visión de Dios está enfocada en sus hijos: “He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia” (Salmos 33:18).
Nuestro Señor está al tanto de cada movimiento en la tierra, de cada ser viviente. Y, sin embargo, su mirada se centra principalmente en el bienestar de sus hijos. Él fija sus ojos en los dolores y necesidades de cada miembro de su cuerpo espiritual. En resumen, todo lo que nos duele le preocupa.
Jesús nos da más de una razón por la que necesitamos su paz. Cristo dijo a sus discípulos en Juan 14:30: “Viene el príncipe de este mundo”. ¿Cuál fue el contexto de su declaración? Él acababa de decirle a los doce: “No hablaré ya mucho con vosotros” (14:30).
¿Puedo darte una palabra que creo que proviene de la mente de Cristo a través del Espíritu Santo? Tiene que ver con lo que creo que es una de las mayores necesidades de la iglesia hoy. De hecho, es una palabra que todo creyente debería oír.
Hebreos 12:1 nos dice que el mundo está rodeado por una nube de testigos que están con Cristo en gloria. ¿Qué tiene que decir esta multitud de testigos celestiales al mundo actual?
Nuestros días son de gran prosperidad. Nuestra economía ha sido bendecida, pero nuestra sociedad se ha vuelto tan inmoral, violenta y en contra de Dios, que incluso los seculares se lamentan de lo bajo que hemos caído. Cristianos de todas partes se preguntan por qué Dios ha retrasado sus juicios sobre una sociedad tan perversa.
Ni una sola vez en la Biblia ves a Pedro, Santiago y Juan tener algún problema con las golpizas o los mandatos de las autoridades de no predicar el evangelio. Eso no va a frenar a la iglesia. No son las presiones externas o las persecuciones externas las que retrasarán la obra de Dios entre su pueblo. Será el caos y el conflicto que surgen desde dentro de la iglesia.
Hace años, cuando planté la iglesia por primera vez en Detroit, comenzamos una reunión de oración un viernes por la noche. Eran dos mujeres que oraban, un tipo que se sentaba allí y leía la Biblia, un endemoniado que se manifestaba en un rincón y yo, sentado allí, pensando: “Esta es la peor reunión de oración en la nación; y si yo no lo fuera el pastor, no vendría”.
El profeta Isaías describe lo que sucede cuando el Espíritu Santo cae sobre un pueblo. Isaías profetiza: “Hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque” (Isaías 32:15).
Isaías agrega: “Y habitará el juicio en el desierto, y en el campo fértil morará la justicia” (32:16). Según el profeta, el Espíritu Santo también trae consigo un mensaje de juicio contra el pecado. Y ese mensaje produce justicia en el pueblo.
“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas” (Mateo 6:31-32).
Jesús nos dice que la preocupación, por el futuro de nuestra familia, por los trabajos, por cómo vamos a sobrevivir, es la forma de vida de los paganos. Jesús está hablando aquí de aquellos que no tienen un Padre celestial. No conocen a Dios como él quiere ser conocido, como un Padre celestial que se preocupa, provee y ama.
“Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló… Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes mejor” (2 Timoteo 1:16-18).