El Amor del Pastor por Ti
Sí, tú puedes amar a Dios y buscarlo, pero eso no es suficiente. La verdadera victoria en Cristo no es que hayas buscado a Dios, sino que Él te ha buscado a ti. Él ha venido a por ti. Él te ha perseguido.
Sí, tú puedes amar a Dios y buscarlo, pero eso no es suficiente. La verdadera victoria en Cristo no es que hayas buscado a Dios, sino que Él te ha buscado a ti. Él ha venido a por ti. Él te ha perseguido.
En algún momento de nuestro caminar cristiano, cruzamos lo que podría llamarse la "línea de la obediencia". Es entonces cuando alguien determina en su corazón ir hasta el final con el Señor. Cuando se da cuenta de que nada en este mundo puede detenerlo y decide obedecer la Palabra de Dios en todos los sentidos y a toda costa.
Jesús dijo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18). Cristo había reunido a sus escogidos para un último momento de comunión justo antes de ir a la cruz. ¡Qué afligidos y tristes estaban estos hombres! Su única fuente de consuelo en la tierra les estaba siendo quitada.
Jesús era su guía, maestro, gozo, paz y esperanza, y ahora los estaba dejando físicamente. Ellos habían construido su mundo entero a su alrededor y él ya no estaría con ellos.
Hay diez mil o más razones para que la gente ame a Jesús y ninguna razón para odiarlo. Los cuatro evangelios lo describen como bondadoso, paciente, sufrido, lleno de ternura, perdonador, no dispuesto a que una persona perezca. Se le llama pastor, maestro, hermano, luz en la oscuridad, médico, abogado, reconciliador. Jesús no dio motivo alguno para que nadie lo odiara.
A menudo, Pablo se refiere a sí mismo como "prisionero de Cristo Jesús" (Efesios 3:1). Pablo también escribió: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo” (2 Timoteo 1:8). Incluso en su vejez, Pablo se regocijó de haber sido capturado por el Señor y llevado cautivo a su voluntad (ver Filemón 9).
El profeta Isaías dice que las personas piadosas sueñan grandes cosas, no sólo para sí mismas, sino también para los necesitados. Él habla de personas piadosas que defienden a los perdidos y sirven a los marginados.
“¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?”
“Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:24-25).
Hay un elemento sobrenatural en los tiempos de adoración y compañerismo colectivo. Cuando nos unimos a un cuerpo local de creyentes y tenemos comunión con ellos, no sólo estamos obedeciendo las Escrituras, sino que permitimos que Dios obre en nosotros mediante el aliento y la amonestación de otros cristianos.
“Envió desde lo alto; me tomó, me sacó de las muchas aguas. Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo. Me asaltaron en el día de mi quebranto, mas Jehová fue mi apoyo. Me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí” (Salmos 18:16-19).
En este salmo, David miraba hacia atrás en busca de una gran liberación. Él se regocijaba porque el Señor lo había rescatado de sus enemigos. El rey Saúl había puesto una recompensa por su cabeza y lo persiguió sin descanso, forzando a David a dormir en cuevas, pozos y campos abiertos.
Siempre es bueno dar un paso de fe cuando hemos depositado nuestra confianza en Cristo. Este tipo de fe debe ser aplaudido. Sin embargo, la Biblia nos muestra que existe un gran peligro si no proseguimos de ese primer paso con una mayor fe.
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
La mayoría de los cristianos saben lo que dice la Biblia sobre el gran amor de Dios por sus hijos, pero muchos nunca han aprendido a apropiarse de ese amor, incluso después de años de caminar fielmente con Jesús. Hay siervos dedicados de Dios que nunca han disfrutado de la gloriosa experiencia y los beneficios de conocer el amor del Padre, y nada entristece más el corazón de Dios.