UN HAMBRE CRECIENTE POR JESÚS
¿Estás tan obsesionado con él, como lo estaba Pablo, que tus pensamientos y acciones son afectados? Si no es así, pídele al Espíritu Santo que ponga dentro de ti, un hambre de tener una mayor intimidad con Jesucristo.
¿Estás tan obsesionado con él, como lo estaba Pablo, que tus pensamientos y acciones son afectados? Si no es así, pídele al Espíritu Santo que ponga dentro de ti, un hambre de tener una mayor intimidad con Jesucristo.
¡Traigo buenas noticias! La eternidad no es lo único que tenemos que esperar. Yo creo que nuestros corazones se llenarán de profundo gozo incluso en medio de los días difíciles (ver Juan 16:33). Habrá una comunión en el cuerpo de Jesucristo, como ni tú ni yo hemos experimentado alguna vez en nuestras vidas.
Para mí, una de las personas más interesantes en el Antiguo Testamento es Jacob, un hombre engañador y manipulador. Sin embargo, Dios amó entrañablemente a este hombre.
Tres palabras comunes que se escuchan entre los cristianos en tiempos de crisis son: “¡Señor, haz algo!” Es totalmente en contra de nuestra naturaleza como seres humanos estar quietos y no hacer nada cuando enfrentamos situaciones complicadas. De hecho, esperar pacientemente a que Dios actúe es probablemente la disciplina más difícil del camino cristiano. Incluso los creyentes devotos entran en pánico cuando el Señor no se mueve según el horario de ellos.
¡Cuando no tengas un lugar adonde ir, tórnate a la acción de gracias! Gracias al Señor por su perdón, sus bendiciones, sus promesas, todo lo que ha hecho y hará. En todo, ¡da gracias!
Dios nos dice: “¡Tu fe es preciosa para mí, más preciosa que todas las riquezas de este mundo, que un día perecerá! Y en estos últimos días, cuando el enemigo envíe todo tipo de mal contra ti, quiero que seas capaz de mantenerte fuerte, con una fe inquebrantable”.
¿Tienes una lucha en tu vida que nunca has podido sacarte de encima? Te preguntas: “¿Realmente puedo encontrar gozo en la vida cristiana? ¿Estaré en esta batalla para siempre?”
Me gusta aconsejar a la gente. Me siento absolutamente bendecido cuando veo a alguien ser hecho libre por las Buenas Nuevas de Cristo, finalmente capaz de disfrutar de la vida. Nada satisface tanto como ver a una persona espiritualmente lisiada, finalmente sana y saltando hacia la vida con una nueva esperanza, gozo y fe.
Como cristianos, podemos encontrar hostilidad dondequiera que vayamos. Esa oposición puede volvernos temerosos y tímidos. Tememos que si nos ponemos del lado de Cristo, es posible que no encajemos con nuestra familia, amigos o compañeros de trabajo. Es por eso que las Escrituras nos advierten sobre la importancia de la confesión pública de nuestra fe en Cristo.
Cristo dijo: “Yo vine a este mundo por una razón: ¡alcanzar y salvar almas perdidas!” Sin embargo, ésta no era la misión de Jesús solamente; también lo hizo nuestra misión.
El capítulo 31 de Isaías pinta un cuadro perfecto de la inutilidad de tratar de batallar con el enemigo en nuestra habilidad humana. Creo que este capítulo es un tipo y una sombra de la ineficacia de nuestros intentos de hoy para vencer las lujurias, los malos hábitos y los pecados acechantes, a través de confiar en ideas y ayudas humanas.