VIENDO LA GLORIA DE DIOS
Sólo una cosa puede ayudarnos a seguir adelante en los tiempos difíciles que están por venir, y eso es un entendimiento de la gloria de Dios. Al obtenerlo, ¡abrimos la puerta a una vida victoriosa!
Sólo una cosa puede ayudarnos a seguir adelante en los tiempos difíciles que están por venir, y eso es un entendimiento de la gloria de Dios. Al obtenerlo, ¡abrimos la puerta a una vida victoriosa!
Cuando el Señor vino a la tierra para habitar entre nosotros, él tenía un propósito muy específico, uno que se formó antes de la fundación del mundo. Él vino con la misión de enseñarnos acerca del Padre, de hacer obras poderosas, de rescatarnos del pecado y de liberarnos de toda esclavitud.
Ese tipo de Salvador llamaría naturalmente la atención de los poderes gobernantes de este mundo, pero a pesar de todos los obstáculos mortales que le arrojaron el hombre y Satanás, Jesús pudo cumplir su propósito.
Mantente fuerte cuando Dios parece estar en silencio, porque la victoria sigue siendo tuya. No te ha sido quitada; no has sido separado de la vida de Dios debido a algunos errores a lo largo del camino, porque esa no es la forma en la que Dios opera. Simplemente vuélvete a él como lo hizo el Rey David, con todo tu corazón.
El rey David a menudo expresaba su dolor y su lucha: “¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría…Me apresuraría a escapar” (Salmos 55:6,8). En ocasiones, el dolor de David lo llevó hasta las lágrimas y él expresa elocuentemente su desesperación.
El escritor de Hebreos nos dice: “No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
Algunos cristianos están siempre en crisis y pareciera que quieren contarte todos sus problemas. Sienten una necesidad de describir sus preocupaciones a otros, pero son renuentes a llevarlas a Jesús, como si él no tuviese nada que ofrecer.
Todos somos criaturas de hábito. Usualmente nos levantamos a la misma hora, tomamos el mismo desayuno, vamos por la misma ruta hacia el trabajo y escuchamos la misma estación de radio en el camino. Enfrentamos interminables repeticiones en nuestra rutina diaria. Así es la vida. Y aunque algunas veces no pareciera, existe una verdadera madurez y crecimiento en el hecho de ser fieles y responsables día tras día, semana tras semana, año tras año.
De vez en cuando me despierto en medio de la noche con una extraña ansiedad. El “acusador de los hermanos” me susurra: “No eres bueno; eres un inútil, una carga para los demás. Mira tu historia, ¿cuántas veces lo has estropeado?” A Satanás le encanta atormentar a los cristianos, pero cuando Jesús vino, él declaró: “¡Eso termina ahora mismo!” Luego, añade algo increíblemente tranquilizador: “No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre” (Juan 5:45).
Cuando nacen los bebés, el personal del hospital verifica de inmediato ciertos signos vitales. Una buena respiración, un llanto fuerte y un peso adecuado son todos indicadores de la buena salud física de un recién nacido. Del mismo modo, los signos vitales espirituales pueden decirnos cuán sanos estamos. Y el signo más vital de todos es el amor.
Muchos cristianos juzgan su crecimiento espiritual en base a cómo se sienten y están convencidos de que no están creciendo espiritualmente. Asisten a la iglesia regularmente, escuchan la predicación de la Palabra de Dios, leen sus Biblias y oran diligentemente. Pero sienten que no están progresando mucho. Una vez, un santo me dijo: “Yo acostumbraba llorar fácilmente delante del Señor, pero ahora mi corazón ya no es tan tierno. Simplemente, no estoy creciendo”.