Quizás ahora mismo estés sufriendo una prueba atormentadora. Pero, tú sabes que la razón tras ella no es que Dios está tratando con el pecado en tu vida. Así que, te preguntas: ¿Por qué el Señor está permitiendo que soportes tan horrible dolor?
Juan 6 contiene uno de los pasajes más difíciles para mí en toda la Escritura. Es un texto difícil para los pastores sobre todo porque habla de seguidores que terminan rechazando a Cristo y alejándose. Es una escena en la que multitudes de personas literalmente dejan a Jesús (ver Juan 6:66).
La Biblia pinta un cuadro claro, personal y que nos inspira infinita ternura, recordándonos que “Jehová ha oído la voz de [nuestro] lloro” (Salmo 6:8). Algunas traducciones del texto hebreo explican que "Él lleva la cuenta, o recibe, o conoce cada una de nuestras lágrimas”.
“Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga…al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?” (Juan 6:58-61).
El arrepentimiento era el centro del primer sermón después de la resurrección de Cristo. Pedro le dijo a la multitud reunida en Pentecostés, “Jesús Nazareno,… prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole.” (Hechos 2:22-23).
Cuando las personas escucharon esto, cayeron bajo gran convicción. La Palabra predicada remordió sus corazones, porque el Espíritu Santo había llegado en todo su poder. Y según Jesús, esa es precisamente la obra del Espíritu Santo. Él dijo que el Espíritu Santo viene a “[convencer] al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8).
Jesús declara, “Mi iglesia es un lugar de arrepentimiento transparente y sin vergüenza”. Ciertamente, el apóstol Pablo testifica: Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado” (Romanos 10:8-11).
El Señor le dijo a Pedro: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24).
Claramente, pertenecer a la iglesia de Jesús significa más que solamente creer en Él. Muchos cristianos hoy en día simplemente “Dan su voto por Jesús.” Su actitud es: “Yo voté por Cristo. Eso me hace miembro de su partido.” Pero una vez que dan su voto, se alejan y se olvidan de Su Señorío sobre sus vidas.
“Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa… Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas” (Juan 10:12, 14-15).
Cuando mi padre se fue de este mundo, se fue cantando alabanzas de Jesús. Al final de su vida renunció a la brujería y a Satanás, y aceptó a Jesús como su Señor y Salvador. Mi madre lo trajo al Señor antes de su muerte, y ahora ambos están juntos en el cielo, danzando por las calles de oro, deleitándose en la gloria de Dios, disfrutando de su nuevo hogar eterno con Dios. Cuando cierro mis ojos, casi puedo escucharlos elevando alabanzas a su nuevo Rey, su Salvador...¡Su glorioso Redentor!
Cristo vio que había cosas que requerían atención en Su iglesia. Él mandó a Juan que escribiera Sus palabras y que se las enviara a los siete “ángeles” de las iglesias. Esto se refiere a Sus ministros, llamándolos “estrellas en su diestra” (ver Apocalipsis 1:16). Él le está diciendo a Juan: “Yo amo a estos siervos. Yo los he llamado y ungido y ahora tú debes darles Mis palabras”.