Amado, ¡nunca serás digno de las bendiciones de Dios! Nadie lo es, pero él viene a nosotros estrictamente en su misericordia y gracia para bendecirnos con bendiciones espirituales más allá de nuestra comprensión.
Muchos cristianos oran por un sentido de obligación; otros sólo oran cuando ocurre una tragedia o cuando una crisis les sobreviene. Pero tenemos que comprender la verdad fundamental de que la oración no es sólo para nuestro propio bienestar o alivio sino para el deleite del Señor.
Jesús nos justifica a través de la fe con un propósito: Darnos la valentía y el poder para resistir al diablo y vencer al mundo, en el poder del Espíritu de Dios.
Ninguno de nosotros puede ser acepto ante los ojos del Padre por nuestras propias obras. Pero la buena noticia es que somos totalmente aceptos por él a través de Cristo.
A veces, Dios da una palabra de dirección, un sentido en el que debemos avanzar. Ese tipo de dirección sólo la oye un oído atento o un corazón que oye.
Quizás, como David, tú has pasado por algún tipo de período sin sentido en tu vida. En medio del caos, has actuado según la carne y has corrido delante de Dios. Si es así, ¡no te desesperes!
Abraham es conocido por la iglesia como un hombre de fe. De hecho, la Biblia lo presenta ante nosotros como un ejemplo de fe: “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia” (Gálatas 3:6).
Conocemos a Daniel como el valiente y talentoso joven que sirvió lealmente a Nabucodonosor, rey de Babilonia e interpretó sus sueños. Pero sus mayores hazañas vinieron como resultado de ser un hombre justo de oración.
Daniel vivió una vida tan dedicada y santa que no esperarías verlo arrepintiéndose delante del Señor. Pero su corazón era muy sensible al pecado y se identificaba con los horrendos pecados del pueblo de Israel. Observa el sujeto tácito en su oración.
En la dura disciplina de desenterrar el pecado de su corazón, David clamó: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:23-24).