Charles Spurgeon, el gran predicador británico, habló una vez sobre cómo, cuando un joyero va a mostrar diamantes, los pone sobre terciopelo negro. El contraste de los diamantes con el terciopelo negro resalta el brillo de las joyas. Siempre que Dios va a hacer algo, elige las situaciones más imposibles e improbables porque luego, cuando termina, todos dicen: “¡Oh, qué grande es nuestro Dios!”
Como escribió Spurgeon en su sermón Hojuelas de Miel: “Nuestras debilidades se convierten en el terciopelo negro en el que el diamante del amor de Dios brilla con mayor intensidad”.