Desviándonos hacia el Peligro
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1).
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1).
“Tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).
Cuando Jesús habla de entrar a un aposento para buscar al Padre, él está hablando de algo mucho más grande que un lugar físico. Él se refiere a cualquier lugar donde tú puedas estar solo con él en comunión íntima.
“Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13-14).
“[Él] nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9).
Todo creyente tiene un alto llamado del Señor; y Dios promete que si actuamos con fe, confiando en él, él llevará a cabo ese plan. Pero como puede atestiguar cualquiera que haya caminado con Jesús por un período de tiempo prolongado, seguir nuestro llamado significa que enfrentaremos obstáculos en el camino.
Pedro es un ejemplo clásico de un creyente que fracasó y luego volvió a levantarse y disfrutó de un gran éxito. Justo antes de la crucifixión, él negó a Jesús tres veces (lee el relato en Marcos 14:66-72). En un momento en el que tuvo una gran oportunidad de honrar a Cristo, literalmente lo negó. Pero después de la resurrección, Pedro tuvo un encuentro personal con Jesús, el cual inspiró vida nueva y energía a su ministerio.
La Escritura dice: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:30). No te desalientes debido a todos los términos en este versículo. En pocas palabras, ¡la meta del evangelio es la redención y la gracia de Dios incluye todo lo que él ha hecho por nosotros a través de Cristo para redimirnos del poder del diablo y llevarnos al reino de su gloriosa luz!
El apóstol Pablo dijo: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Él también dijo: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (5:25).
Andar en el Espíritu es simplemente permitir que el Espíritu Santo haga en nosotros lo que Dios le envió a hacer. Jesús dijo del Padre: “Os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16-17).
“Desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores… ¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado” (Jeremías 6:13, 15).
Aquellos que se aferran a una fe inquebrantable verán una gloriosa manifestación del poder de resurrección de Cristo. Solo tú y el Señor conocerán todos los detalles íntimos de su obra, pero él te asombrará; él te emocionará; ¡él te mostrará su gloria!
La grandeza actual de Cristo se puede resumir en un versículo poderoso: “En él estaba la vida” (Juan 1:4). Él era, y es ahora, vida energizante. Jesús se renovaba constantemente al recibir de un depósito secreto que nunca se agotaba. Él nunca se cansó de la multitud que lo presionaba y su paciencia nunca se agotó.
Muchos cristianos están enfrentando grandes obstáculos en sus vidas. Puede ser una pérdida de trabajo, un matrimonio en tensión, un ser querido enfermo o un hijo que está luchando con su fe. Pero no importa cuán sombrías puedan parecer las cosas, Dios está en medio de las vidas de aquellos que lo aman y ponen su confianza en él.