¿Habrá algún momento en nuestro caminar con Dios cuando lleguemos a tener tal confianza y hayamos probado ser fieles por haber sido probados a través de los años, en el que podamos esperar tener un respiro de la guerra espiritual?
En el último libro del Antiguo Testamento, el profeta Malaquías habló sobre algo que había ocurrido, y que va a ocurrir de nuevo entre el pueblo de Dios en un tiempo de decadencia espiritual. "Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero" (Malaquías 3:16). ¿De qué estaban hablando? ¿Acaso no se hablaban entre sí antes de este momento de la historia? ¿Qué había en su forma de hablar que ha cambiado?
El rey David era conocido por ser un hombre que confiaba plenamente en Dios. Él declaró el tema de su propia vida cuando escribió:
“Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré” (Salmos 28:7).
Estos no son sólo palabras de David. La Escritura registra evento tras evento en la vida de David cuando él mostró una gran fe en situaciones imposibles.
GRANDES PROEZAS
David hizo grandes cosas a través de la fe en Dios:
Quiero ofrecer una palabra especial a todos los que han llegado a través de muchas inundaciones y hornos de fuego de la aflicción. Creo que es posible que tu tiempo de prueba no tenga nada que ver con la disciplina. Más bien, es algo eterno, algo que tiene que ver con su vida en el nuevo mundo por venir.
La batalla que estás soportando ahora no es de este mundo, no se trata de la carne, ni sobre el diablo. Esta guerra es la preparación para el servicio eterno en la gloria. Tú estás siendo preparado para el servicio en el otro lado.
Cuando leemos por primera vez sobre Abraham, Dios le pide que tome a su familia y viaje hacia un destino no revelado (ver Génesis 12:1). Esta debió haber sido una prueba increíble para Abraham, y también para sus seres queridos. Pero por fe, Abraham obedeció. Fue por fe que él vivió rodeado de personas desconocidas en tierras extrañas, y no fue dañado y fue bendecido; y librado de cada crisis, a través de sueños y visiones sobrenaturales dadas por el Señor.
Jesús pasó treinta y tres años en la Tierra. ¿Fue acaso eso para que pudiera obtener la edad suficiente para morir en una cruz? ¿Lo fue para poder tener algunas experiencias sobre las cuales escribir? No, claro que no.
Durante treinta y tres años que Jesús hizo algo que nadie ha sido capaz de hacer. Tomó todas las reglas, las leyes y los principios de la Biblia, cada pensamiento que Dios tenía sobre cómo debería ser una vida justa, santa, pura y totalmente obediente a Dios; y Él cumplió todos y cada uno de ellos.
Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" (Ver Marcos 8:27). Esta pregunta está fresca y es sumamente importante hoy. ¿Qué piensa nuestro mundo secular? ¿Cuál es la percepción que tienen de la iglesia en el mundo moderno?
La verdad es que, a veces maltratamos a otros. Nos separamos de un hermano o hermana; dañamos y herimos a alguien; podemos malinterpretar fácilmente a otros, y creemos que es "algo sólo entre Dios y yo". Así que lo confesamos al Señor y nos arrepentimos, y luego seguimos nuestro camino, pensando que todo está bien. Sin embargo, nunca nos detenemos a reflexionar sobre cómo en el proceso, no solo herimos a un hermano, sino que hemos herido al Señor. De hecho, lo hicimos a todo el Cuerpo de Cristo, porque si uno se duele, todos se duelen.