Relacionándonos con el Pueblo de Dios
“Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros… por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora” (Filipenses 1:3, 5).
Pablo agradece a Dios por la comunión de los santos; la koinonia, el compartir juntos, que él y la iglesia de los filipenses disfrutaban mientras caminaban juntos en la fe. Esta comunión en el evangelio es como ninguna otra. Es poderosa porque nace al pie de la cruz de Jesucristo. A través de él, hombres de diferentes barrios, tribus e idiomas se unen en un solo cuerpo.