Derrama tu Corazón a Dios
A menudo, la gente nos escribe diciendo: “No tengo con quién hablar, nadie con quien compartir mi carga. Nadie tiene tiempo de escuchar mi clamor. Necesito a alguien con quien pueda derramar mi corazón”.
El rey David estaba rodeado de gente. Estaba casado, tenía una familia numerosa y muchos compañeros a su lado, pero oímos el mismo clamor incluso de David: “¿A quién iré?” Está en nuestra propia naturaleza querer que otro ser humano esté presente, nos oiga y nos aconseje.