Oyendo a Dios
Las Escrituras dejan claro que el Señor quiere hablar con cada uno de nosotros. Pero primero debemos detener toda actividad. Sólo entonces le oiremos hablar claramente a nuestro corazón.
Las Escrituras dejan claro que el Señor quiere hablar con cada uno de nosotros. Pero primero debemos detener toda actividad. Sólo entonces le oiremos hablar claramente a nuestro corazón.
La fuerza, el poder y el aliento que los creyentes reciben del Señor en oración mientras están encerrados con él deben ayudarnos a superar las pruebas que se avecinan.
Si Nehemías pudo acudir a un rey pagano con un rostro triste y aun así encontrar un favor más allá de la imaginación, ¿cuánto más el Rey Jesús mostrará compasión por cada uno de nosotros?
Llega un momento en que los creyentes no tienen más recurso que Jesús solo. Cuando no tenemos esperanza ni recursos, Cristo sopla su vida sobrenatural en nuestras circunstancias.
Algunas personas dejan que Dios las salve del mundo, pero nunca caminan en fe ni entran en todas sus bendiciones. ¿Qué te pide Dios que le confíes hoy?
Cristo compara su relación con su pueblo con la de marido y mujer, y la Biblia dice que Jesús se deleita en nosotros, entonces, ¿cómo debería ser una relación sana con Dios?
Muchos cristianos oran sólo por un sentido de obligación. Piensan en la oración como algo que “se supone” que deben hacer, pero Dios anhela oírnos.
Una vez que la lengua y los labios de un creyente estén verdaderamente purificados, nunca más querremos hablar nada que no sea diferente a Jesús. Las palabras que fluyan de nosotros serán puras.
Dios extenderá su mano poderosa en el corazón de un creyente arrepentido y arrancará todas las raíces del miedo para que él conozca el favor y la bendición inconmensurables de Dios.
Cuando Dios llame a los creyentes a seguir su plan, dejemos que él silencie la voz de los escépticos. Su plan para nosotros no será derrotado porque él es fiel en cumplir sus promesas.