El Consolador Ha Venido
El ministerio consolador del Espíritu Santo que Jesús prometió a sus seguidores comienza con esta verdad fundamental: Dios no está enojado contigo; él te ama.
El ministerio consolador del Espíritu Santo que Jesús prometió a sus seguidores comienza con esta verdad fundamental: Dios no está enojado contigo; él te ama.
Nuestras habilidades, dones espirituales y posesiones pueden multiplicarse muchas veces cuando son impulsados por el Espíritu Santo, el altruismo y la vida intencional. Que siempre sirvamos a los demás y traigamos gloria a Dios.
Esta vida del Espíritu Santo es la vida a la que hemos sido llamados como seguidores de Cristo. Sin embargo, si tratamos de traer el estilo de vida del mundo a nuestros asuntos con Dios, vamos a tener problemas.
Una de nuestras mayores preocupaciones debe ser que mantengamos una vida de oración. Cuando descuidamos la oración, entristecemos al Espíritu de Dios.
Podemos regocijarnos sabiendo que Dios está entrenando y equipando a las personas en todas partes para que sean defensores de la fe aumentando su dependencia de él.
El Señor permite nuestros períodos de sequía porque Él busca algo en nuestras vidas. Esta especie de zambullida desde la cima de la montaña hasta el abismo más bajo suele preceder a una renovación del Espíritu en nuestra vida.
Una gran bendición llega a ser nuestra cuando somos sentados en lugares celestiales. Esta bendición es el privilegio de la aceptación por parte de Dios, como el hijo pródigo con su padre.
La buena administración requiere toda nuestra atención. Las recompensas son paz mental, confianza, sabiduría y una vida fructífera que agrada a Dios.
El Apóstol Pablo declaró que su mensaje, ministerio, mente, alma, corazón, pasión, prioridades, convicciones y predicación estarían todos fijados en la cruz. Nosotros deberíamos hacer lo mismo.
¡Perderemos grandes bendiciones si nos convencemos de que nuestros fracasos son demasiado grandes y nos damos por vencidos en nuestra hora oscura! Dios está esperando para enseñarnos cómo enfrentar nuestros fracasos y continuar con su próximo paso por nosotros.