¿Quién Es el Gran Yo Soy?
No basta con que Jesús haga milagros, nos sane o responda a nuestras peticiones. Preguntar “¿Quién es este?” marca el verdadero comienzo de nuestro viaje de discipulado.
No basta con que Jesús haga milagros, nos sane o responda a nuestras peticiones. Preguntar “¿Quién es este?” marca el verdadero comienzo de nuestro viaje de discipulado.
Si bien el deseo de ser pioneros en el ministerio es excelente, los creyentes también deben tener la humildad de recordar que es casi seguro que otros nos hayan precedido y que todavía necesitamos que Dios nos sostenga.
La carne siempre intentará interferir con nuestra adoración o nuestro tiempo de oración. Se nos ordena resistir la carne y debemos seguir enfocándonos nuevamente en Jesús.
El libro de Isaías predijo que Dios crearía una nueva columna y una nueva nube para cubrir a su pueblo. Esto significa que el pueblo remanente de Dios de los últimos días tendrá una dirección clara.
Las Escrituras prometen que la gloria de Dios es nuestra defensa, nuestra cobertura, un lugar de refugio contra la tormenta y la lluvia; y descansaremos a la fresca sombra de las alas de Jesús.
Los creyentes deberían anhelar un avivamiento donde la presencia de Jesús sea abrumadoramente poderosa. Allí, las personas quebrantadas sabrán que verdaderamente han sido cubiertas por la gloria de Dios.
Jesús ama a su pueblo y quiere tocar nuestras vidas. Cuando le preguntamos a Jesús: “¿quieres…?”, esa pregunta a menudo se convierte en: “¿Quién es Jesús?” Esa es la pregunta favorita de Jesús.
Cristo salió y encontró a los perdidos y heridos en las calles; los amó y derramó su vida en ellos. Lo más importante es que ellos sabían que él los amaba.
Los creyentes egocéntricos sólo vienen a Cristo para que se les quite el reproche de sus pecados; los verdaderos creyentes anhelan tener intimidad con su novio y desean conocer su corazón.
Con qué facilidad olvidamos que nuestro padre celestial es nuestro socio en nuestro trabajo, independientemente de nuestra carrera o llamado. De hecho, nada nos sucede sin su participación.