La Parábola de la Preparación
La casa de la que Jesús habla en sus parábolas es nuestro caminar con él. Estamos construyendo una base para conocer a Cristo, para comprender sus caminos.
La casa de la que Jesús habla en sus parábolas es nuestro caminar con él. Estamos construyendo una base para conocer a Cristo, para comprender sus caminos.
Dios ha comenzado a sacudir nuestra sociedad, y va a sacudir todo lo que está a la vista para él revelarse como el único poder inquebrantable.
Un corazón arrepentido nunca tiene que esconderse del Señor porque ya no hay temor al juicio. Si reconoces los pecados con tristeza según Dios, verás su rostro.
En lugar de limitarse a analizar a Dios desde la distancia, los creyentes deben saborear el gozo y la riqueza de su presencia. Aquí es cuando realmente comenzamos a comprenderlo.
Dios cree que nuestras palabras son tan importantes y pueden marcar tal diferencia en la vida de alguien que nos hace responsables de ellas. Entonces, ¿cómo animamos a los demás con nuestras palabras?
No hay necesidad de preocuparse por nuestras pruebas. Dios es fiel para responder a cada una de nuestras necesidades y peticiones. Fuimos creados para tener comunión con él incluso en nuestros tiempos más difíciles.
Las Escrituras dejan claro que el Señor quiere hablar con cada uno de nosotros. Pero primero debemos detener toda actividad. Sólo entonces le oiremos hablar claramente a nuestro corazón.
La fuerza, el poder y el aliento que los creyentes reciben del Señor en oración mientras están encerrados con él deben ayudarnos a superar las pruebas que se avecinan.
Si Nehemías pudo acudir a un rey pagano con un rostro triste y aun así encontrar un favor más allá de la imaginación, ¿cuánto más el Rey Jesús mostrará compasión por cada uno de nosotros?
Llega un momento en que los creyentes no tienen más recurso que Jesús solo. Cuando no tenemos esperanza ni recursos, Cristo sopla su vida sobrenatural en nuestras circunstancias.